VISITA INESPERADA

Lunes de junio, llovía a cántaros, el hombre salió de la cafetería protegido por un paraguas, caminó un par de cuadras hasta llegar a una tienda, demoró unos minutos y salió con una caja pequeña que inmediatamente guardó en el bolsillo de su saco. Miró por ambos lados de la pista y cruzó la avenida, tocó el timbre pero nadie contestó, esperó impaciente hasta que una señora abrió la puerta, la saludó cordialmente y aprovechó para ingresar al condominio.

Subió por el ascensor con las ideas algo enredadas. Al llegar al cuarto piso, tropezó con un joven en el camino, lo conocía de algún lado pero no recordaba, probablemente de la universidad. Buscó el departamento que había visitado en innumerables ocasiones y tocó la puerta.

Lo recibió con una sonrisa que inmediatamente se convirtió en una línea firme. La abrazó y ella se mantuvo como una estatua, indiferente a sus emociones. Sacó de su bolsillo el pequeño presente que extendió en la mano con total timidez y la felicitó por su cumpleaños, ella solo atinó a decir gracias.

El mensaje era explícito, se sentía incómoda y quería cerrar la puerta. Él sonrió por última vez y dio media vuelta, caminó cabizbajo con dirección al ascensor. Antes de presionar el botón la puerta se abrió y nuevamente se cruzó con aquel muchacho de hace unos minutos, pero esta vez llevaba una botella de vino. La puerta se cerró justo en el momento que el joven entraba al departamento donde estuvo hace unos segundos.


Dejó que la lluvia moje su ropa, empañe sus lentes, ya nada le importaba en esos momentos, caminó sin rumbo. A lo lejos un mendigo con su perro pedía limosna, se acercó, le dejó el paraguas y subió a un taxi con dirección desconocida.

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