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Mostrando entradas de octubre, 2012

DE VISITA

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El tiempo se detuvo fuera de esa puerta. Ingresó y los años comenzaron la cuenta regresiva sin llegar a cero, después de muchas lunas llenas se sintió en casa, todo a su alrededor le era conocido y cómodo. Hace diez años la magia pintó las paredes de ese lugar y la inocencia patinó en los alrededores.  Su niñez y adolescencia dejaron huella en cada esquina.  Mientras la capilla dormía la siesta, una vieja amiga, coleccionista de libros y lectores, la invitó a sentarse y leer el último ejemplar. Conocía cada pasadizo y ambiente solitario. Respiró la frescura de un pasado que aún perfumaba su presente confuso. Rostros marchitos por el tiempo la reconocieron y le regalaron una sonrisa cansada pero cálida. Las miradas no la incomodaron, por el contrario, le recordaron que siempre que ella quisiera podía regresar, las puertas estarían abiertas, no necesitaba de una llave porque su colegio era su segundo hogar. Se despidió de la pequeña que corría en el patio. Todo era me

CUMPLEAÑOS INFELIZ

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Caminaba desértico y un poco taciturno. Tiempo después vi el borrador del original. Aquella luz, algarabía, color, misterio y encanto se perdieron en el vacío de los años. ¿Por qué tanta nostalgia?, ¿qué le pasó? Ahora su mirada esquiva el cariño y sus manos acarician el dolor. Saludó al barman y se sentó en la barra. ¿Álvaro? – pregunté – podía equivocarme de persona, era mejor estar segura antes de acercarme más. Alzó la cabeza y me observó detenidamente por algunos segundos, se quedó pasmado como si hubiera visto un fantasma, me sentí algo incómoda pero por lo menos sabía que era él y no su sombra. ¡Qué sorpresa!, no te reconocí, han pasado muchos años – respondió – Sonrió por compromiso, me dio un beso en la mejilla y me invitó a tomar asiento. El frío se sentía en el ambiente y una conversación superflua era lo más próximo entre nosotros. Luego de algunos minutos la confianza ingresó por la ventana y se acomodó en la silla vacía que nos acompañaba. Lo vi derramar al

PUNTO FINAL

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El timbre del teléfono obliga a Manuel a dejar su cómoda cama para contestar, pero él simplemente lo ignora, no tiene fuerzas, no tiene ganas, lo único que quiere es quedarse y arroparse con la colcha, dejar el tiempo pasar. Sabe que su jefe debe odiarlo por no presentarse a la exposición y aparente cierre de contrato, ¡al diablo!, estaba harto de recibir órdenes. Cinco años de carrera, dos de maestría y continuaba en una oficina más pequeña que el baño de visitas, veía las mismas caras, escuchaba las mismas quejas del personal, pero todos continuaban fieles a un trabajo que les daba de comer, ¿de ves en cuando es bueno ayunar?, se preguntó. Aún la recordaba, no entendía por qué nunca la extirpó de su cabeza, era un tumor que se incrustó en su vida desde la universidad. Ella era un ángel, la única mujer que pudo enloquecerlo, desorientarlo, enamorarlo, una adolescente distinta a las que se cruzaron en su camino, la idolatró, la idealizó, simplemente era perfecta para él.

CAJA DE RECUERDOS

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En un rincón del estante más alto, una pequeña caja guarda sin candado  lo más valioso de su habitación. Amistades marchitas, amores de papel, cartas inconclusas, poesía que aún llora, cócteles dulces, tragos amargos, relatos maquillados, fotografías sin fecha ni lugar, conversaciones entre personajes que jamás saldrán de un libro, promesas inertes, boletos de viaje, facturas con frases escritas en un bar, besos de etiqueta negra, roja, azul… y la lista no termina. Que facilidad tiene la mente de viajar a su antojo por las calles del pasado. Reconoce muchos rostros y evita a aquellos con sonrisa congelada. Camina guiándose de su mapa mental, conoce muy bien el lugar. Ella se sienta en una de las bancas del parque que frecuentaba hace años y observa el panorama en sepia. La vio, traía esos jeans sueltos, un polo sin estampado y el cabello suelto. En ese momento, sentimientos y emociones enterrados impactaron como disparos en su presente. El pasado le era distante pero

BRUJA VESTIDA DE PRINCESA

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Bajó de un auto vestido con smoking negro, el mismo que la esperaría un par de horas. Una puerta enorme la recibió con los brazos abiertos y el vaivén de las campanas anunciaba su llegada. El camino rojo era largo y su andar lento al compás de la marcha nupcial. Todos de pie la miraban sonrientes y ella correspondía fríamente a las muestras de afecto que recibía, se decía a sí misma “estoy nerviosa, solo es eso, cálmate”. Caminaba sobre cemento húmedo que se secaba rápidamente con el transcurso de los segundos. “ ¿Qué sucede?, ¿por qué algo me detiene a continuar?” Observó el vestido blanco satinado que usaba y el auto cuestionamiento no se detuvo. “ He dormido en tantas camas y él no lo sabe, ¿por qué diablos uso este trapo que demuestra pureza?” A sus treinta años debía formar una familia y establecerse en un lugar. Como decían sus amigas “se te va el tren, si no te casas ahora te quedarás solterona”. A ella le encantaba caminar, no necesitaba de un tren, podía viajar e