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LA ÚLTIMA DESPEDIDA

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Todo estaba en silencio, incluso la vecina de al lado había dejado los regaños a su adolescente hijo para más tarde, y el octogenario del departamento del frente no escuchaba sus boleros marchitos. Incluso el rottweiler del joven más atractivo del edificio estaba satisfecho con el almuerzo y no se inmutaba con la presencia de extraños. Camila podía dormir la siesta tranquila, sin ser interrumpida por los inquilinos que vivían cerca. Cerró las cortinas, pero dejó las ventanas abiertas para que el viento acariciara su rostro mientras se entregaba a los brazos de Morfeo. Después de una larga semana trabajando sin detenerse ya era momento de apagar el celular y olvidarse temporalmente de los asuntos de la oficina. El ruido del motor de un auto la despertó. Pudo ver el cielo azabache lleno de escarcha plateada. Había perdido la noción del tiempo, la siesta se había prolongado más horas de las que ella pensó, pero no importaba, era viernes. El fin de semana le mostraba una lista interminable

CON CARIÑO PARA ELLAS

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¿Cuántas carcajadas juntas?¿tardes que se endulzaban con una riquísima torta de chocolate, o una torta tres leches?¿tragos que terminaban en largas tertulias?¿consejos y confesiones que le ganaban la partida al reloj?. El tiempo no tenía prisa, sólo nos observaba sonriente mientras intercambiábamos complejas historias, que después de un periodo indefinido cobraban vigencia como parte de un recuerdo que ahora sí entendíamos. Me han acompañado a lo largo de mi existencia, las fechas no tienen peso sobre la balanza cuando se trata de la amistad, que no sólo se fortalece con el paso de los años, sino que se complementa con las experiencias vividas, los gratos, tristes y complejos momentos, sólo por mencionar algunos, que hemos disfrutado. He crecido junto a ustedes, no sólo físicamente, sino espiritualmente. Caminaba en un sendero desconocido, no distinguía qué había detrás de esa neblina. Muchas veces corría, intentando alcanzar algo, que ni yo misma sabía, me cansaba, desaceleraba el pa

EQUILIBRIO

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Mis pensamientos parecían niños en el kindergarden a la hora del recreo, saltaban, corrían y jugaban en mi cabeza sin que pudiera detenerlos. Necesitaba que se sentaran y me escucharan, o por lo menos se quedaran quietos para que al fin la tranquilidad que tanta falta me hacía me permitiera tomar decisiones postergadas. ¿El mar?, ¿Por qué no los llevo a la playa?, sé que después de gastar energía, terminarán cansados y cerrarán sus ojos para dormir. Tomé el bus más cercano y me dirigí al lugar que sabía podría despejar mi mente. La melodía del vaivén de las olas al rozar entre sí, y el aroma salino equilibraban mis pensamientos y clarificaban las respuestas. No era un día cualquiera, era especial, las paredes blancas ya no eran mi cárcel, ahora tenía pinceles y una paleta de colores, sólo tenía que elegir qué hacer y cómo hacerlo. Me dije: ¡manos a la obra!, y lo primero que dibujé fue una puerta para salir de ahí. Caminé admirando los colores que veía alrededor, matices que f

SUEÑO DESPIERTA

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Y la tarde moría, al igual que ella, el cansancio era cada vez más aplastante y sólo quería ver la oscuridad para regresar a casa y recostarse en lo que encontrara más próximo. Últimamente sus fuerzas habían disminuido y llegado un momento no le respondían las extremidades, inclusive sentía los párpados pesados la mayor parte del tiempo y sólo buscaba un lugar donde cobijarse y olvidarse de todo lo que tuviera pendiente. La noche era el analgésico perfecto, pero era una lástima que su efecto durara algunas horas, ya que al día siguiente debía continuar pese a no tener del todo cargadas las baterías; sin embargo tenía que hacer un esfuerzo desmedido para levantarse de la cama y continuar con la lista de pendientes que llegaban en fila. Hace algunos días el sonido de las conversaciones en voz alta, los tacones acelerados y el timbre de celulares y teléfonos la atormentaban, pero ahora los escuchaba más lejanos, parecían provenir de la oficina que se encontraba al final del pasi

DETRÁS DE LA CORTINA

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Subía las escaleras con el cansancio sobre su espalda, eran las siete de la mañana y sólo deseaba tener su cama en frente. Mientras pensaba en recostarse y dormir un rato, alguien bajaba rápidamente por las escaleras, era un chico que no había visto antes y por la ropa que usaba podría tratarse de algún abogado o administrador de alguna empresa, no lo sabía y tampoco quería adivinar en ese momento en el que el sueño era su único acompañante que la conducía a su habitación. Llegó, cerró las cortinas y dejó que Morfeo la abrazara entre sus sábanas. Era complicado trabajar por las noches y a la vez estudiar en las tardes, pero debía hacerlo para pagar sus gastos y deudas que tenía pendientes. Sólo debía acostumbrarse a la rutina y a tomar todo con calma, porque sólo sería temporal. Era medio día y la mala noche le cobraba la factura. Se bañó y se fue a almorzar para luego dirigirse a la universidad. Trataba de mantenerse despierta pero las palabras del profesor eran el mejor somnífe

FIN DEL CAPÍTULO

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El amor, calidez, locura y entrega. Quienes realmente nos enamoramos conocemos el significado de entrar a ese mundo de ensueño, que a veces se transforma en un infinito invierno, el cual tarde o temprano termina. Como dijo un amigo (qué será de él), después del eclipse vemos el sol, y tuvo razón al decirlo, ahora le doy la razón. Hace algunos días conversaba con una vieja amiga, mi mejor amiga, y me contaba una de sus tantas historias. Pero esta vez la noté distinta, no estaba triste como la última vez que habló sobre el “tipo ese”. Sentía la frialdad en sus palabras, la resignación, había decidido voltear la página y nada ni nadie la haría cambiar de opinión. Sabía que había hecho mucho, dejó su orgullo de lado y no continuaría haciéndose más daño. Las cartas, regalos, fotos, mensajes de texto y número telefónico irían directo a la máquina trituradora del olvido, y, en una bolsa negra asfixiaría cada detalle que le impedía continuar con su decisión de dejar el pasado en su lugar. Las

YO NO SÉ MAÑANA II

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A pedido de una gran amiga escribí la continuación. Me miro al espejo por última vez y me acomodo el cabello detrás de la oreja, pregunto ¿quién es? y una voz conocida responde, trago saliva y vacilante tomo la manija de la puerta. Sé que estoy a punto de traspasar la barrera que me encargué de construir cuando dijiste adiós. Miles de preguntas danzan en mi cabeza y me es imposible encontrar las adecuadas para romper el frío e incómodo silencio que presiento nos acompañará al inicio de esta velada. El velo cayó, y nuevamente te encuentras frente a mí, no has cambiado mucho, tu cabello está un poco más largo pero tus brillantes ojos avellana mantienen la misma intensidad al mirarme. Sonríes y te acercas a saludarme, trato de mantenerme distante pero mi fortaleza se desmorona al sentir el cálido y prolongado abrazo. No puedo ser un bloque de hielo cuando estás a milímetros de mis labios, el silencio no es tan molesto como imaginé. Ya no escucho la lluvia y el motor de los carros se oye c

YO NO SÉ MAÑANA

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Las manecillas del reloj se ríen al percatarse de la impaciencia que me embarga porque presiento que un furtivo y esperado reencuentro está a la vuelta de la esquina. El café se mantiene tibio sobre la mesa y la ventana está cerrada para evitar que los fríos recuerdos ingresen al cálido ambiente de mi habitación. Miro alrededor y todo permanece en su lugar, para mí nada ha cambiado, no sé tú, pero yo, conservo cada pieza como si fuera la última vez. Los protagonistas de la fotografía que está en el velador sonríen porque esperan que el presente matice un pasado que ha dejado en escala de grises el retrato. Observo a través de mi ventana el cielo cubierto de escarcha plateada e intento encontrar alguna forma conocida, mientras espero que la luna se despida. De pronto el sonido del timbre aceleró mis latidos y desordenó las palabras que tenía preparadas. El frío recorre cada parte de mi cuerpo conforme me dirijo a la puerta, aquella que se ha convertido en una barrera de naipes al saber

UNA NOCHE PARA RECORDAR

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Todos los fines de semana ella se ausentaba de la rutina para estar consigo misma. No era antisocial pero siempre trataba de encontrar espacios para dejar volar su imaginación y huir temporalmente de la realidad. Solo se dejaba acompañar por un papel y un lapicero. Se sentaba en la mesa de siempre y pedía un trago, mientras tanto un grupo de poetas declamaban y otro grupo de bohemios mantenía una tertulia interesante. Por su parte, mantenía su atmósfera de anti indeseados, al estar una chica sola en un bar, era blanco perfecto para algún solitario que buscara compañía. Pero solo bastaba un “no” rotundo y una mirada fulminante para evadir a cualquier persona que intentara desconcentrarla de su punto focal que la inspiraba a escribir. La noche, la música y el ambiente le daban carta abierta a su creatividad y no dudaba en explayarse hasta sentir adormecidos los dedos de tanto escribir. A lo lejos, Lucas no dejaba de observarla cuando no tenía bebidas por preparar. Él era el barman y la h

COCTEL PARA DORMIR

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Pese a escuchar las campanadas a lo lejos, mis pecados permanecen dormidos, no se inmutan frente al sonido imponente que a los pocos segundo se detiene, para dar lugar a una larga charla que no escucharé porque seguiré ausente, pese a que mi cuerpo continúa tendido sin sentir frío ni calor. Sólo observo mi ventana, las cortinas danzan al ritmo del viento y el sol se despide para dar paso a la soberana de la noche. Desvío por un momento la mirada y me doy cuenta que pese a cambiar la forma, el fondo continúa igual. Si la rutina era aquella piedra en el zapato, a veces se convertía en mi aliada, pero ahora me es indiferente, está ahí pero me da la espalda. Me detengo en la estación para esperar el tren que me lleve de regreso, pero ya no está, se fue hace mucho, soy la única sentada en aquella banca y no sé qué camino tomar. De pronto la neblina, el silbido del céfiro y la lluvia se apoderan del lugar y confunden mis sentidos. No veo con claridad la calle que debo seguir, y tampoco sient

FIN DE SEMANA

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Ella: ¡Se terminó!, estoy cansada de la misma situación todo el tiempo Él: ¡Ahora yo tengo la culpa!, todo lo que digo te parece mal Ella: ¡Necesito mi espacio!. He tratado de explicártelo pero no entiendes o no quieres entender. Él: No nos vemos todo el día y dices que no te doy espacio. ¡Por favor!, solo son pretextos para terminar. ¿Por qué no lo aceptas? Ella: No se trata de pretextos sino de ti, llamadas a cada instante, mensajes a cada minuto y si tengo alguna reunión te pones en un plan de enamorado celoso y controlador. ¡Basta!. Él: O sea, preocuparme por ti me convierte en un desesperado por saber cómo te va o qué haces. Y acaso no tengo motivos para ponerme celoso si ese tal Augusto te come con la mirada. Ella: No inventes cosas que no existen, es un compañero de trabajo y tengo que verlo todos los días porque trabajamos en un proyecto. ¿Qué esperabas? ¿Qué coordinemos vía facebook? Él: ¡No lo tomes a la broma porque no estoy jugando!. Ella: ¡Yo tampoco!, ¿lo ves?, discutimo

AQUÍ... ALLÁ...

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Él: Ausente presencia que embriagas mi lucidez una vez más, mientras me deleitas con la sinfonía de volátiles palabras, que el céfiro de la realidad se encargará de desvanecer… Ella: Interminables recuerdos danzan en mi cabeza y me extienden la mano para acompañarlos con una pieza, y a estas alturas del camino solo bailaremos el vals de los mejores momentos… Él: Observaré el calendario para recordar la fecha que puso punto final a un capítulo inconcluso, y lo mejor será ignorar al reloj que nos mira impaciente… Ella: No te pido una sonrisa, mis ojos ya han fotografiado la casual curvatura en tus labios, para inmortalizarla y llevarla conmigo en este largo viaje… Él: Aún no te has ido, y ya te extraño hasta dolerme el pecho… Ella: Tengo tanto que decir y las palabras naufragan en la lucha contra las olas del tiempo… Él: Tomemos la última copa de vino y cuando termines no hagas ruido al cerrar la puerta… aléjate en silencio para que no arruines esta noche perfecta... Un último favor… aca

PESADILLA

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Estaba muy cansada, los párpados me pesaban, ya no distinguía las figuras en el televisor y las voces eran cada vez más lejanas, así que apagué las luces, desconecté la TV y me dispuse a dormir porque me esperaba un día largo y tenía que aprovechar las pocas horas que quedaban para descansar. No sé cuánto tiempo paso pero comencé a sentir frío, así que tomé mi sábana y me tapé hasta el cuello. Pese a tener los ojos cerrados podía ver con claridad mi habitación y todo lo que había en ella, esto me confundió un poco porque me sentía en el límite de lo real y lo imaginario. Minutos o segundos más tarde, no lo sé… algo jaló con furia mi sábana. Me asusté pero luché contra esa fuerza extraña que no se materializaba. De repente una presencia a mi derecha me obligaba a voltear y verla, yo me resistía a hacerlo, sólo de reojo pude ver que se trataba de una silueta negra, era como una sombra que tenía fuerza sobre mi cuerpo, no me tocaba pero yo sabía que me enfrentaba a algo desconocido. Inten

POLILLAS REVOLOTEANDO EN MI BARRIGA

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Te pregunté el por qué y no supiste qué responder, solo te escudaste tras las ramas de frases adornadas con palabras que ahora son hojas secas que el otoño se llevará. ¿Cómo olvidarte si fuiste la luz que el hielo de mi corazón necesitaba para nuevamente ver el arcoíris?, pero el verano se fue y el invierno se encargó de apagar ese rayo de luz, quedando los recuerdos como fotografías en blanco y negro. Ojalá fuera tan fácil como tomar un borrador y desaparecer cualquier marca de lápiz, pero escribiste con un vidrio todo lo vivido sobre mi piel. Te extraño y me cuesta admitirlo, ¿qué hago?, si en cada verso de poesía las palabras riman con tu nombre y cada dibujo está pintado con el sepia de tus ojos. Me pregunto ¿cuánto tiempo tendrá que transcurrir para que no sienta que el corazón se me sale del pecho al escuchar tu voz por teléfono?, ¿algún día miraré el cielo y dejaré de sonreír al recordar lo torpe e inteligente que eres?, ¿será posible que por las noches deje de mirar a través de

LA DESPEDIDA

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Pantalón verde, polo celeste, zapatos negros, caminaba aquel chico por el segundo piso de su facultad, llevando un folder con algunas hojas de la clase pasada y un lapicero. Siempre con una expresión de indiferencia, a veces la gente dudaba si saludarlo o pasar de frente ya que una respuesta de él era incierta. Todos los días a las ocho y media de la mañana llegaba a su aula, tocaba la puerta e ingresaba, no le importaba llegar treinta minutos tarde porque era el favorito del profesor. Por otro lado, para ella, la puntualidad era una prioridad en su vida, de lunes a viernes su despertador era lo que más odiaba por las mañanas. Usaba solo unos jeans azules, zapatillas negras, un polo blanco y casaca azul para el frío que acompañaba al invierno que no quería despedirse. No era de las chicas que usaban tacones, no era su estilo. Llegando al laboratorio sacaba su guardapolvo porque era indispensable en cada clase de química. El sol al medio día era insoportable, pero se acoplaba a las conv

EL ÚLTIMO SAN VALENTÍN

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Gino miraba la pantalla de su laptop y por su cabeza transitaban las únicas dos decisiones detenidas frente a la luz roja de lo incierto. Tenía el dinero y solo bastaba dar un clic y comprar el pasaje. Miró el calendario y su mochila, se preguntó a sí mismo - ¿qué hago? -. No sabía si era el momento de tomar el avión que disminuiría la distancia entre el lugar que lo albergó por un año y el lugar donde su corazón anhelaba estar. Después de algunas horas de viaje, la aeromoza anunciaba la llegada a Lima, Gino guardó su Ipod y esperó que el avión aterrizara. Las ventanas estaban empapadas por la intensa lluvia y el cielo nublado le daba una fría bienvenida. Él sonrió. Llegó al hotel y tomó un baño. Miró a través de la cortina la luna llena que iluminaba el interior de su habitación. Cogió el celular y marcó el número que recordaba de memoria, timbró por algunos segundos y la contestadora le pidió que deje su mensaje, él colgó y se recostó sobre la cama. Sacó de su mochila una pequeña caj

TUS VIEJAS CARTAS

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Jugaba con el manojo de llaves mientras miraba el reloj en la muñeca izquierda, por su cabeza incontables recuerdos transitaban en la calle del pasado, los cuales se detenían con la luz roja del presente. Ella sabía que podía bajarse en la esquina y tomar el bus en la calle del frente que la dejaría a unas cuadras de su casa pero ese “algo” la incentivaba a esperar y llegar hasta el final. Unas cuantas personas quedaban sentadas, algunas leían, otras conversaban por celular y un anciano cabeceaba, por su parte, ella trataba de alejar el eco de los recuerdos mientras miraba, a través de la ventana empapada de lluvia, a las pocas personas que caminaban por la vía pública, quienes se cubrían con paraguas mientras cerraban sus establecimientos de trabajo. Faltando pocos minutos para llegar sintió aquella sensación de vacío en el estómago, tragó saliva y se acomodó el cabello. Bajó del bus y caminó algunas cuadras teniendo como única acompañante a la lluvia. Se detuvo y contempló por alguno