DE VISITA
El tiempo se detuvo fuera de esa
puerta. Ingresó y los años comenzaron la cuenta regresiva sin llegar a cero,
después de muchas lunas llenas se sintió en casa, todo a su alrededor le era
conocido y cómodo.
Hace diez años la magia pintó las
paredes de ese lugar y la inocencia patinó en los alrededores. Su niñez y adolescencia dejaron huella en cada
esquina.
Mientras la capilla dormía la siesta, una vieja amiga, coleccionista
de libros y lectores, la invitó a sentarse y leer el último ejemplar. Conocía cada
pasadizo y ambiente solitario. Respiró la frescura de un pasado que aún
perfumaba su presente confuso.
Rostros marchitos por el tiempo
la reconocieron y le regalaron una sonrisa cansada pero cálida. Las miradas no
la incomodaron, por el contrario, le recordaron que siempre que ella quisiera
podía regresar, las puertas estarían abiertas, no necesitaba de una llave
porque su colegio era su segundo hogar.
Se despidió de la pequeña que corría en el patio. Todo era menos complicado en ese entonces. Sintió un poco de nostalgia y se fue.
Las puertas se abrieron y el muro de la realidad le recordó que el tiempo no necesita de un reloj.
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