CAJA DE RECUERDOS


En un rincón del estante más alto, una pequeña caja guarda sin candado  lo más valioso de su habitación. Amistades marchitas, amores de papel, cartas inconclusas, poesía que aún llora, cócteles dulces, tragos amargos, relatos maquillados, fotografías sin fecha ni lugar, conversaciones entre personajes que jamás saldrán de un libro, promesas inertes, boletos de viaje, facturas con frases escritas en un bar, besos de etiqueta negra, roja, azul… y la lista no termina.

Que facilidad tiene la mente de viajar a su antojo por las calles del pasado. Reconoce muchos rostros y evita a aquellos con sonrisa congelada. Camina guiándose de su mapa mental, conoce muy bien el lugar. Ella se sienta en una de las bancas del parque que frecuentaba hace años y observa el panorama en sepia.

La vio, traía esos jeans sueltos, un polo sin estampado y el cabello suelto. En ese momento, sentimientos y emociones enterrados impactaron como disparos en su presente. El pasado le era distante pero no ajeno.
¿Cuánto tiempo permaneció sentada?, horas, días, meses, años, no tenía un reloj y tampoco un calendario, pero si un cronómetro, cuando ella quisiera podía detener el recuerdo y volver al presente en tan solo algunos segundos.

El momento fue interrumpido por el timbre de la puerta, era extraño, ella no acostumbraba a recibir visitas entre semana, todos sabían que trabajaba hasta tarde. Le molestó ser interrumpida y decidió no atender. Sin embargo, la insistencia fue tanta que la persona que se encontraba detrás de la puerta golpeó con más fuerza y dejó su dedo presionado en el botón del timbre.

Tiró su almohada, se levantó y maldijo al desconocido que no la dejaba tranquila. Enojada abrió la puerta y al verla se tragó sus palabras, la temperatura descendió y una sola pregunta salió de sus labios como una flecha, ¿tú aquí?

La muchacha extendió su mano y le pidió que la siguiera. Durante años permanecieron distanciadas, pero era momento de la reconciliación, ¿por qué continuar separadas si una era el complemento de la otra?
Mayra dudó por algunos segundos, no estaba segura de mejorar la situación con Alejandra, siempre la consideró una chica inmadura, indecisa y confiada, pero le agradaba su ternura, su sinceridad, su desbordante alegría. La siguió.

Al inicio había una fuerte tensión en el ambiente, era complicado rencontrarse después de años y olvidar todo lo que había sucedido, aún no la perdonaba por aquel incidente, incluso la culpaba de su situación actual, sabía que todo hubiera seguido otro rumbo si Alejandra tomaba otra decisión.

Ella influyó en Mayra y lo sabía perfectamente, pero no quería hablar de todo lo negativo tras la ruptura, ella estaba ahí para mostrarle que fue la mejor decisión que tomó aquella tarde de noviembre. De solo recordar ese día, sintió que la chalina le presionaba el cuello, pero continuó caminando.

Alejandra no dejaba de sonreír, jugaba con su cabello al compás de la conversación, y cuando no sabía qué responder o estaba nerviosa, se mordía sutilmente los labios moviendo los ojos de izquierda a derecha tratando de esquivar a las preguntas incómodas.

Mayra adoraba la manera de ser de Ale, era una chica sin ataduras, sin preocupaciones, en su andar no había piedra que la detuviera a conseguir sus objetivos, pero aquel concepto que tenía de ella cambió radicalmente cuando compró un boleto de avión y sin decir más se fue. No llevó mucho equipaje, solo lo necesario, porque no pensaba en regresar por lo que dejó en aquella ciudad que veía minúscula desde la ventana del avión.

Alejandra dejó de sonreír, la miró con tristeza y le dijo: disculpa por decepcionarte, sé que esperabas más de mí, pero escapó de mis manos y no tuve alternativa, lo siento”. Mayra la observó con cierta nostalgia y luego de un suspiro respondió: “¿regresaste para recordarme tu estupenda decisión?

Mayra fue muy dura con la tierna Ale, siempre la golpeó con sus palabras luego de su partida, no hubo día en el cual no le restregara en la cara el inesperado viaje. No tenía idea del daño que le hacía, sin embargo los reclamos continuaron a lo largo de los años. Llegó un momento en el que Alejandra desapareció, no dejó dicho a nadie donde iría. Simplemente se fue.

Ahora Mayra estaba perdida, no sabía que rumbo seguir, caminaba porque aún tenía fuerzas para continuar. A su alrededor habían muchas intersecciones y desvíos que la llevaban hacia lo desconocido y el miedo de pisar en falso la atormentaba, no la dejaba tranquila cada noche en la que se preguntaba ¿qué demonios estoy haciendo?

Sabía que no podía retroceder al vacío, solo debía continuar caminando entre espinas. Tropezó y el dolor fue insoportable, pero no se rindió y avanzó. Estaba perdida, todo era extraño e indiferente y tenía miedo a ser presa de su confusión.

¡Suficiente Alejandra!, no quiero recordar todo lo que pasó, a estas alturas de mi vida no tiene sentido abrir heridas que ya cicatrizaron. ¿Qué quieres de mí?, ¿por qué regresaste cuando todo estaba perfecto?

El silencio fue su carta de presentación. Alejandra la miró, no quería  decir algo que pudiera dañar a Mayra, se acercó, la abrazó con todas sus fuerzas y le susurró: vine para quedarme, ahora si entiendes el porqué de mi ausencia, no te arrepientas de haber tomado ese boleto de viaje a lo desconocido, todo pasó porque a la vuelta de la esquina te esperaba algo mejor y ahora lo sabes, solo que no lo reconoces porque aún sigues enojada conmigo. Regresé porque tengo que mostrarte algo.

Alejandra sacó de su bolso un álbum de fotografías y se las mostró. Después de ver la crónica fotográfica Ale le dijo: no te arrepientas de las decisiones tomadas, si no era el rumbo que esperabas, busca soluciones pero jamás te apuñales con recriminaciones, sé mejor que nadie lo que se siente. Mira a tu alrededor, todo es producto de tu esfuerzo, lo has ganado en el transcurso de todos estos años.

Era cierto, económica y profesionalmente estaba muy bien ubicada, no se podía quejar por eso; sin embargo había algo que no la dejaba tranquila, se preguntaba ¿qué hubiera sido si…?, no podía responder a esa interrogante, era muy tarde para ello.
No tiene sentido que sigas los pasos del cangrejo. Hoy debes tomar una decisión, te prestaré mis zapatos y no te molestes en devolvérmelos ahora, los necesitarás en el futuro.

No quitaron la mirada del par de zapatos viejos y sonrieron cómplices de un pasado que las involucraba.
Sus últimas palabras fueron: te recomiendo no mirar el inicio y el final del túnel de la vida, tómate el tiempo para observar el metro cuadrado que te rodea, ese maravilloso presente que tienes y al que no le prestas importancia.

¡Mayra Alejandra! te llaman por teléfono - dijo una voz masculina - . El cronómetro se detuvo. El pasado y el presente se reconciliaron luego de mucho tiempo. Ella tenía el timón y debía continuar navegando.

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