Secretos de una artista: parte II

Micaela conoció a Renato hace 7 meses durante una exposición de fotografía documental. Aquella noche tomaba una copa de champagne mientras veía desde el balcón la procesión de autos en la avenida. Él se acercó y la felicitó por su grandiosa presentación, conversó con ella por algunos minutos, pero una llamada telefónica interrumpió la charla.

La exposición finalizó a la media noche, Micaela se despidió de sus amigos y cuando estaba próxima a tomar un taxi, a lo lejos lo vio de pie en la esquina de la calle, caminó hasta su encuentro y le dijo: “Te vas sin despedirte”, Renato sonrió y le respondió: “Aún no pensaba irme, la noche es hermosa y joven como tú, ¿aceptarías tomar una copa?, prometo hacer todo lo posible para no aburrirte”. Micaela miró el anillo dorado en el anular izquierdo de aquel hombre tan interesante y atractivo que había conocido, tenía dos opciones: regresar al departamento y dormir, o disfrazar de networking una conversación con el hombre que había capturado su interés desde que lo vio.

El bar tenía elementos que cautivaron todos sus sentidos, la decoración era exquisita a su vista, paredes de piedra adornadas con máscaras precolombinas le recordaron sus viajes por México. El rock de los 80 calzaba a la perfección con el ambiente y definitivamente el aroma del Cabernet Sauvignon marcó el inicio de una velada que prometía prolongarse.

Se preguntaba cómo pudo acertar con sus preferencias sin siquiera conocerla. Era la primera vez que salía con un hombre de 40 años. Renato conversaba y hacía pausas para que ella pueda explayarse en algún tema, nunca intentó acaparar la conversación, por el contrario, cada vez que ella empezaba con su historia, él le prestaba atención.

Mientras Renato le contaba sobre su último viaje a Paris, ella observaba cada detalle, su sonrisa dibujaba dos hoyuelos en su rostro y la miraba como si fuera la única mujer en el lugar. 

Estaba a punto de amanecer y ambos llegaron al departamento de Micaela, bajó del auto y la acompañó hasta la puerta, durante el trayecto el viento desordenó el cabello rizado de Micaela, Renato se acercó y lo acomodó detrás de su oreja. El sutil contacto de su piel en su rostro la dejó sin palabras, sus miradas cómplices esperaban cruzarse muy pronto.

Después de una velada inolvidable, dejó las llaves sobre la mesa y recordó cada gesto que dibujaba a lo largo de la conversación. Googleó su nombre, era uno de los catedráticos más renombrados en el mundo de la psiquiatría.


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