El gatito dark

Después de casi un año, Carla retomaba su rutina en el gimnasio. Empezar de cero, era agotador y más aún en un lugar donde no conocía a nadie. Desde que su mejor amiga se casó ya no hacían muchas actividades juntas. Ella era la extrovertida, la sociable que hacía amigos con facilidad, a diferencia de Carla, a quien le costaba mucho adaptarse a los lugares nuevos y la gente que recién conocía. 

Usualmente llegaba temprano para la clase de spinning, pero esa noche el trabajo se prolongó y no llegó a tiempo. Fue en ese momento cuando lo vio, como si fuera una película en cámara lenta, el chico de la moto se quitó el casco. Era guapísimo, tenía el cabello castaño, una barba que parecía dibujada con carboncillo y los ojos dorados como el atardecer. El outfit parecía de catálogo y el garbo al caminar la dejó boquiabierta.

Rodrigo tenía una personalidad magnética imposible de ignorar, como si la invitara a conocerlo sin pedirlo. Recordó aquella noche cuando ayudó a un señor al cruzar la pista. En otra oportunidad lo vio regalando un sandwich a un niño que vendía golosinas en la esquina de la avenida. Eran pequeñas acciones que revelaban una parte de su personalidad que no veía en el gimnasio, donde se mostraba como el chico sociable, divertido, extrovertido, despreocupado, libre. Rodrigo era el trago cítrico y refrescante una mañana de verano, que una sedienta con ganas de vacaciones necesita tomar frente al mar.

Había transcurrido un mes y la única persona que sabía su nombre era la chica de recepción y su entrenador. A sus 25 años era muy tímida como para iniciar una conversación con Rodrigo. Sin embargo, una noche todo cambió, y desde aquel día dejó de ser invisible para él. Recuerda que se estaba bañando y el chorro de agua se cortó, aún tenía shampoo y jabón en el cuerpo. Para su mala suerte estaba sola en el baño y no podía avisar para que resuelvan el problema. Estuvo pensando por un par de minutos, hasta que se asomó poco a poco fuera del baño esperando ver pasar a alguien. De pronto una voz conocida la hizo voltear.

- ¿También se fue el agua en el baño de chicas? – preguntó Rodrigo – 

- Sí – respondió –

Solo traía una toalla blanca en la cintura. Pudo ver su figura cincelada de dios griego. Tenía un tatuaje de tigre en el pecho y una constelación de lunares en el cuello, de donde colgaba un crucifijo de plata. Su cabello estaba mojado y desordenado. Su sonrisa acompañada de hoyuelos en las mejillas y su mirada coqueta la dejaron en jaque.

Después del incidente en el baño no volvió a cruzar palabra con él, incluso faltó varios días al gimnasio porque tenía mucha carga laboral, desde que su jefa viajó y la dejó a cargo de la revista. Y a todo esto se agregó la ausencia de la fotógrafa por licencia de maternidad. Tenía varios chicos en lista de espera para la entrevista. La primera etapa era presentar un book con algunas fotografías, y luego de seleccionar los mejores, los entrevistaría en su oficina.

El viernes era cierre de edición y no tuvo tiempo de leer los CV, solo vio rápidamente las fotografías y le pidió a la secretaria que citara para la tarde a los dos fotógrafos finalistas. El primer joven era carismático, parecía responsable y por su experiencia era alguien que trabajaba muy bien en equipo. Luego que se retiró, buscó el segundo CV pero se había traspapelado entre tantas hojas que tenía en el escritorio. Fue en ese momento cuando cruzó la puerta, usando esa casaca de cuero, un polo blanco, jeans medio rotos y con una sonrisa traviesa que le erizaba la piel.

Mientras Rodrigo conversaba sobre su experiencia profesional, ella pensaba en aquel incidente en el baño, pero al parecer él no la recordaba. De cierta forma, era lo mejor, no podía combinar trabajo y placer. Tenía que elegir, y debía ser imparcial, ambos eran muy buenos, y decidió hacer algo diferente y espontáneo que la ayude a elegir.

Salió de la oficina y le pidió a Rodrigo y al otro joven que tomen algunas fotografías a alguien del personal para evaluar la conexión y la confianza que tienen con las personas que serán fotografiadas. Fue en ese momento que Rodrigo se dio a notar.

- Pienso que podríamos fotografiarte, para que personalmente conozcas la forma en la que trabajamos y que tan conectados y comprometidos estamos con lo que nos apasiona: la fotografía – opinó Rodrigo – 

La dejó sin piso, se sintió acorralada y dijo en su mente ¿por qué no? El primer joven fue atento, amable y se sintió cómoda trabajando con él. Ella no era alguien a quien le guste estar delante de las cámaras, siempre estuvo tras bambalinas, sin embargo, es bueno que alguien la saque de su zona de confort. Y ahí estaba él para desalinear sus chakras.

Fueron al parque que estaba frente a la empresa, era una tarde preciosa. Mientras él configuraba su cámara, ella se sentó en una banquita. Estaba nerviosa y no solo era por tener una cámara al frente, sino que ese chico era un coctel de endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina.

Luego de terminar la sesión le enseñó las fotos en su cámara y le encantaron. Ya tenía una decisión y la balanza se inclinó hacia Rodrigo. Antes de despedirse, ella le extendió el brazo para darle la mano, pero él la tomó como impulso para darle un beso en la mejilla y le susurró: Ha sido un gusto conocerte Carla, nos vemos más tarde en el gimnasio. Le guiñó un ojo y se fue.

Las próximas semanas fueron excelentes, tuvo muy buenos comentarios sobre Rodrigo. Algunos de ellos relacionados a su trabajo y otros a su físico. No podía culpar a las practicantes de redacción, Rodrigo era muy guapo y su personalidad no pasaba desapercibida.

Recuerda una noche que se quedó hasta tarde editando. Todo el personal se había retirado, así que pidió una pizza. Mientras escuchaba Somewhere Only We Know de Keane, tocaron la puerta de su oficina y grande fue su sorpresa al ver a Rodrigo. Le extrañó encontrarlo a esa hora de la noche porque luego de la sesión de novias, podía regresar al día siguiente a retocar las fotos. 

- ¿Qué olvidaste? – preguntó –

- A la chica en toalla que vi hace tiempo – respondió – 

- ¿Ah? 

- Pídeme que me vaya y lo haré

Se acercó hasta su escritorio, la tomó con fuerza de la cintura y la besó. Pudo sentir el sabor a whisky en sus labios. Lo apartó y le pidió que se fuera.

- ¿Estás segura? – preguntó -

- Sí…

- Tu cuerpo me dice otra cosa – respondió mientras mordía sus labios – 

Era imposible no sentirse tentada con el hombre que despertaba su lado más oscuro. ¿Cómo conseguía alterar su cordura y desafiar a la razón? Ese polo azul le quedaba muy bien, pero se vería mucho mejor sin nada.

- ¡Eres un atrevido!

- Y así te gusto, loco, extrovertido, intenso. ¿Por qué piensas tanto Carla? Solo haz lo que estás imaginando y olvídate del resto.

La puso contra la pared, y deslizó su lengua por su cuello, tomó sus brazos y los alzó sobre su cabeza mientras los sujetaba con una mano. Con la otra recorría sus muslos mientras subía el vestido. En sus ojos solo veía el fuego del deseo. 

En ese instante escuchó un ruido y abrió los ojos. Todo había sido un sueño, producto de su gran imaginación y del poema que estaba escribiendo:

Puedo escribir los versos más ardientes esta noche.

Escribir, por ejemplo: mi boca está sedienta

de besos apasionados, y mi cuerpo ansioso,

de caricias sin fronteras.

Puedo escribir los versos más ardientes esta noche.

Confesar que te imaginé más de una vez en mi cuarto

esposándome a la cabecera de mi cama

vendando mis ojos

desabotonando mi blusa

levantando mi falda sin ropa interior

y recorriéndome con tu lengua a su antojo

Puedo escribir los versos más ardientes esta noche.

Tu boca deslizándose del cuello a mis pechos,

el recorrido de tus dedos por debajo de mis bragas

y sentir tu excitación en mis manos

Puedo escribir los versos más ardientes esta noche.

¿Quién quieres que sea hoy?

¿La ejecutiva dispuesta a desordenar tu escritorio

o la gatita que deja las marcas de sus uñas en tu espalda?

¿Y si empezamos en la motocicleta

y terminamos en el jacuzzi?

Apagó la computadora y fue al estacionamiento. Grande fue su sorpresa al verlo en la moto, ¿estaba soñando de nuevo?

- ¿Qué haces aquí Rodrigo?

- Vine a recoger mi disco externo que se quedó en tu escritorio. Ingresé a tu oficina, pero estabas dormida. Disculpa si te desperté al salir, traté de no hacer ruido, pero esa puerta antigua no colaboró.

- No te preocupes, ya era momento de irme. Buenas noches, que descanses.

- Igual tú… - hizo una pausa - … y déjame decirte que escribes muy bien, creo que le podrías colocar de título: Poema XXX.


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