Monotonía
Por algunos minutos, la música en su auto lo transportaba fuera de la
realidad y le recordaba que aún estaba vivo. Estacionaba a un par de cuadras de
su oficina, tomaba una bocanada de aire antes de ingresar, y se colocaba la
máscara de ejecutivo comprometido con la empresa.
La jornada laboral era agotadora, veía cómo se desvanecía la luz frente
a sus ojos. Por el dinero no se podía quejar, el sueldo le permitía vivir bien,
pero lo que realmente le apasionaba estaba guardado en una gaveta, sin batería,
así como su estado de ánimo.
Recordaba aquellos años, cuando viajaba sin cansancio, recorría
pueblitos y los retrataba en fotografías que aún conservaba. Veía amaneceres
extraordinarios que lo desconectaban de una vida monótona y disfrutaba de experiencias
inolvidables que le recordaban que no había límites.
Ahora se preguntaba ¿quién era esa persona que todos los días despertaba
sin motivación? ¿Dónde está el hombre aventurero que soñaba despierto y que vivía
de la fotografía? ¿Quién era esa persona frente al espejo?
Después de su matrimonio decidió echar raíces, como muchos dicen, y
establecerse en un solo lugar, creyendo que el cambio aportaría a su bienestar;
pero fue todo lo contrario. Con el paso de los meses, su luz se fue apagando y
no quedaba ni la sombra de lo que un día fue.
Era feliz, estaba enamorado de su esposa, no se arrepentía de la
decisión que tomó respecto a su relación, pero eso no lo era todo. Había
espacios que no podía llenar, necesitaba respirar. A veces se sentía atrapado
en una caja y las voces en su cabeza se atropellaban y no lo dejaban tomar una
decisión.
El único momento en el que contemplaba la naturaleza, era durante los
paseos nocturnos con Enzo. Él corría feliz a recoger la pelota, sus ojos
brillaban al sentir la libertad de no traer la correa puesta. Olfateaba cada
espacio que podía, su curiosidad era infinita. Aunque fuese media hora, la
disfrutaba como si se tratara del último paseo; y eso, Miguel lo admiraba. Tenía la capacidad de aprovechar ese pequeño espacio de tiempo como
el más valioso y hacer lo que le encanta.
Llegaba a casa y terminaba algunos pendientes en la laptop. Apagaba la
luz del estudio y se recostaba sobre la cama. Aunque no quisiera, era
inevitable pensar en lo que le esperaba al día siguiente. Esa noche no cerró
las cortinas, esperando que alguna estrella fugaz le concediera un deseo. Se
quedó contemplando la avenida casi desolada, hasta que el cansancio lo venció.
Hacía mucho tiempo que no soñaba con un campo infinito, al lado de una cascada
y con una cámara de fotos en sus manos. Ese clic en cada toma le recordaba que podía
inmortalizar cualquier momento en tan solo unos segundos. No sabía por cuanto
tiempo disfrutaría de su libertad, pero, así como Enzo, la aprovecharía hasta
que salga el sol.
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