Página en blanco

El silencio parece ser la mejor compañía cuando la inspiración entra en paro, mi electrocardiograma emocional es una línea recta y un electroshock de sensaciones no parece hacer efecto.

Desde hace años pensé que el tiempo era mi peor enemigo, el freno que me impedía escribir con la frecuencia que solía hacerlo en mi adolescencia y parte de mi juventud, pero hoy me doy cuenta que estaba equivocada. Podía escribir en una servilleta o una boleta de compra en cualquier lugar y momento, no necesitaba de un espacio con todas las comodidades para hacerlo, solo sentía como cada parte de mi ser brillaba y se emocionaba con cada palabra que plasmaba en un lienzo, cualquiera éste fuera.

Ahora al ver una página en blanco me asusta, me preocupa no saber que escribir, no sé si son mis filtros mentales que impiden que las palabras simplemente fluyan y que mis personajes mentales por fin tengan protagonismo en una historia, que sean ellos mismos sin prejuicios ni tabúes.

Reviso relatos pasados y al leerlos mi piel se eriza, siento cada pieza de dolor, de alegría, de miedo… son historias intensas, reales en la ficción. Era tan sencillo dejar actuar a los personajes en una trama donde cada uno participaba sin un guion, y creo que por eso mis relatos calaban en la piel, los huesos y llegaban hasta el alma.

Así como dicen, que después de la tormenta sale el sol acompañado del arcoíris, mi oscuridad no será permanente, sé que esa pequeña luz al fondo del pasadizo no se quedará estática, avanzará y alumbrará cada espacio de mi mente y mi corazón.

Parece que después de todo… tengo pulso.

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