Cuarentena desde la ventana de mi habitación
Recorro la ciudad con mi mente, cierro los ojos e imagino que camino de
noche, los semáforos se toman su tiempo para cambiar de luz, y las largas
avenidas ahora son la ruta de ambulancias y patrullaje policial
La ciudad está en silencio, está desierta, la voz de quienes miramos por
la ventana no se escucha, solo podemos darnos el lujo de imaginar un paseo en
soledad y sin miedo.
En mi recorrido ingreso a un hospital, no me gusta ese aroma a
enfermedad y desinfectante, me causa ansiedad, camino como fantasma por los
pasillos y solo veo un campo de batalla donde uniformados de celeste sin armas
en las manos se enfrentan a un enemigo. ¿Cómo ayudarlos? Quedándome en casa, no
contagiándome para no propagar este virus que parece disfrutar, llevándose el
último suspiro de sus huéspedes.
¿Cómo me siento? Atada de manos y pies, impotente, encerrada en cuatro
paredes lejos de mi familia, asustada porque no puedo cuidarlos estando lejos y
peor aún, teniendo a solo centímetros de distancia al dueño de mi corazón, no
puedo evitar que se ponga una mascarilla y se vaya al hospital. La única
persona que está a mi lado en esta pandemia, tiene que ir a un campo minado.
El encierro no angustia, sino la idea de no proteger a las personas más
importantes, incluso nos atormenta la idea de ser un arma que pueda llevarlos a
UCI. La única manera de cuidarlos es quedándonos en casa y llamarlos para saber
cómo están, escuchar lo que hicieron durante el día y reír por cualquier tontería.
Las redes sociales que solían ser un espacio de entretenimiento, ahora parecen
vomitar coronavirus todo el tiempo. Titulares sensacionalistas desfilan en
Twitter y reportes mundiales y nacionales de los contagiados invaden Facebook, Instagram
parece ser el único que no se ha contaminado del todo.
El recorrido nocturno ha terminado, regreso a mi hogar, al espacio donde
encuentro seguridad. Desde lo alto del departamento diviso los edificios,
algunas luces están prendidas, parece que el insomnio es mutuo. Aunque las
persianas estén cerradas, el aroma salino ingresa por la ventana y refresca el
ambiente. Y un aspa en el calendario reduce la distancia de un abrazo.
Comentarios
Felicidades por volver a plasmar y confortarnos con conmovedor frases.