COCTEL PARA DORMIR

Pese a escuchar las campanadas a lo lejos, mis pecados permanecen dormidos, no se inmutan frente al sonido imponente que a los pocos segundo se detiene, para dar lugar a una larga charla que no escucharé porque seguiré ausente, pese a que mi cuerpo continúa tendido sin sentir frío ni calor.


Sólo observo mi ventana, las cortinas danzan al ritmo del viento y el sol se despide para dar paso a la soberana de la noche. Desvío por un momento la mirada y me doy cuenta que pese a cambiar la forma, el fondo continúa igual. Si la rutina era aquella piedra en el zapato, a veces se convertía en mi aliada, pero ahora me es indiferente, está ahí pero me da la espalda.


Me detengo en la estación para esperar el tren que me lleve de regreso, pero ya no está, se fue hace mucho, soy la única sentada en aquella banca y no sé qué camino tomar. De pronto la neblina, el silbido del céfiro y la lluvia se apoderan del lugar y confunden mis sentidos. No veo con claridad la calle que debo seguir, y tampoco siento algún aroma conocido que me pueda guiar, solo escucho la sinfonía del viento que me escarapela la piel y el sabor salado de mis lágrimas mezclado con el agua me recuerdan que nada está bien.

Abro los ojos y aquí estoy, nada ha cambiado, solo fueron escasos minutos en los que pude dormir para olvidar que aún permanezco en este lugar. No importa cuántas veces trate de huir mentalmente, porque la realidad me traerá de vuelta y me abofeteará para despertarme y mirar con más claridad la mentira en la que se ha convertido toda mi vida.


El dolor de cabeza se ha intensificado y una pastilla no es suficiente, necesito más, no importa cuántas deba tomar para calmar la migraña que me tiene postrada como una enferma terminal. Ahora necesito descansar, pero el tiempo se hará eterno hasta conseguir calmarlo, y por lo tanto agrego al coctel de pastillas un par más para dormir, pero apuesto por adicionar otras dos más para asegurarme un efecto rápido.

La música es relajante y me acompañará en este camino al silencio total. Ahora me siento mejor, ya todos los sonidos se escuchan lejanos y cada minuto que pasa son mucho más distantes, incluso el timbre del celular se acopla a la melodía que escucho en ese momento que me es difícil identificar.


Sonrío porque al fin conseguí que mi mente quede en blanco. No sé por cuánto tiempo, ojala que sea para siempre.

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