POLILLAS REVOLOTEANDO EN MI BARRIGA

Te pregunté el por qué y no supiste qué responder, solo te escudaste tras las ramas de frases adornadas con palabras que ahora son hojas secas que el otoño se llevará.

¿Cómo olvidarte si fuiste la luz que el hielo de mi corazón necesitaba para nuevamente ver el arcoíris?, pero el verano se fue y el invierno se encargó de apagar ese rayo de luz, quedando los recuerdos como fotografías en blanco y negro. Ojalá fuera tan fácil como tomar un borrador y desaparecer cualquier marca de lápiz, pero escribiste con un vidrio todo lo vivido sobre mi piel.

Te extraño y me cuesta admitirlo, ¿qué hago?, si en cada verso de poesía las palabras riman con tu nombre y cada dibujo está pintado con el sepia de tus ojos. Me pregunto ¿cuánto tiempo tendrá que transcurrir para que no sienta que el corazón se me sale del pecho al escuchar tu voz por teléfono?, ¿algún día miraré el cielo y dejaré de sonreír al recordar lo torpe e inteligente que eres?, ¿será posible que por las noches deje de mirar a través de la ventana esperando tu regreso?.

Cierro los ojos y te imagino rodeando tus brazos por mi cintura y mirándome fijamente cómo si el tiempo se inclinara por respeto a este sentimiento y nos donara algunos segundos antes que tu imagen se desvanezca como el humo del incienso. Regreso a la realidad y percibo este vacío, me acuesto y abrazo a la soledad, hablo y el eco parece ser la mejor respuesta a la cruda realidad.

Las hojas del calendario cayeron y nuevamente colocas una vela más al pastel. ¿Un regalo?, algo material estaría fuera de contexto porque estás muy lejos y me pregunto ¿si tomar el teléfono y marcar tu número sería una buena alternativa?; sin embargo el semáforo prendió su luz roja, indicando que debo detenerme y analizar antes de actuar, ¿te acordaste de mi cumpleaños?, ¿escribiste algún mensaje preguntando cómo estaba?, no necesito minutos para pensar porque la respuesta es instantánea, un frio y monosílabo no.

La nostalgia y la ira se abrazan porque son los dos sentimientos que ahora despiertas en mí, ¿algo más?, ¿amor quizás?, no lo creo. La efervescencia de aquellos momentos finiquitó y lo que creí sería el comienzo de algo especial, se desmoronó como un castillo de naipes.
Las horas avanzan al compás de lo incierto y cada vez me pierdo más entre recuerdos que mi subconsciente revive, inyectando heroína a mis venas para huir de la realidad que estruja mi cuello sin piedad.

Sé que en algún momento serás tú el que camine bajo el cielo gris escuchando mi voz y te preguntarás ¿por qué esperaste tanto tiempo para contestar a la pregunta que te hice, la cual solo pudiste responder en mi ausencia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Monotonía

¿Destino o casualidad?

Todos los caminos te llevan a Roma: parte II