CAMINOS

A su lado un pasajero hablaba por
celular, por el dejo y la pinta parecía español. Alejandra se colocó los
audífonos y cerró los ojos. Apareció en la playa, hace mucho tiempo que no
soñaba con un paisaje perfecto. Caminaba por la arena, el sol era intenso, le
quemaba el rostro, y poco a poco la marea avanzaba, sus pies tocaban el agua
salina y lentamente caminaba con dirección al horizonte, era refrescante e
incluso placentero. De pronto se encontraba lejos de la orilla y las olas ya no
la acariciaban, por el contrario cada vez los golpes eran más fuertes, y en tan
solo unos segundos todo quedó oscuro.
-
¿Estás
bien? – preguntó el joven -
-
Fue un mal
sueño - contestó –
-
¿Puedes
contarme?
-
Estaba en
la playa y de pronto me ahogaba, no podía salir, fue horrible
-
Eso tiene
un significado
-
¿Cuál es?
- Una amiga
me contó que si en tu sueño pisas la arena, predomina la razón en tu vida, pero
si te mantienes en el agua son las emociones las que te dominan, claro que hay
casos en los que permaneces en la orilla, en equilibrio.
-
Interesante,
pueda que haya algo de cierto en eso. Por cierto ¿cómo te llamas?
-
Mateo y
¿tú?
-
Alejandra
Conversaron durante todo el
viaje, y no se equivocó, sí era de nacionalidad española, madre peruana y padre
madrileño, vivió un tiempo en Europa pero regresó a Perú antes que comenzara la
mala situación económica. Era un chico de 30 años, divertido, entusiasta,
definitivamente tenía un buen sentido del humor y gracias a Mateo el viaje fue
menos aburrido.
Visitó algunas ciudades del Perú
e incluso del extranjero, tenía muchas fotos en su cámara, lugares
impresionantes, conocía a bastante gente y de introvertido no tenía nada, por
el contrario, era un libro abierto y muy accesible para hacer amigos.
Conforme transcurrían las horas,
el calor iqueño se sentía con más fuerza, guardó su polera y sacó el
bloqueador. Era casi medio día, su estómago sonaba, y él se reía en su cara,
eso no le hacía mucha gracia, sin embargo a los pocos segundos también
terminaba riendo.
Mateo estudió psicología y se
había dedicado a su profesión por un tiempo, luego se enfocó en viajar y
conocer otras culturas, sin embargo eran viajes por periodos cortos, ya no era
el adolescente mochilero de hace años, tenía más responsabilidades y un trabajo
lo esperaba siempre. También era profesor de inglés en un instituto, lo
dominaba muy bien y fue gracias al largo periodo de tiempo que estuvo en
Boston. Era una caja de sorpresas, había mucho por conocer, pero ya estaban en
la agencia y su guía lo esperaba, se despidieron con un hasta pronto.
Alejandra llamó a su guía, quien
la estaba buscando entre la multitud, la llevó al hotel, se instaló y salió
rumbo al city tour, había mucho por conocer. Todo era nuevo, gente de
diferentes nacionalidades, algunos en pareja, grupo de amigos, familias, gente
sola como ella, pero todos enfocados en recorrer la ciudad.
Llegaron a la Laguna la
Huacachina, un oasis en medio del desierto, era el lugar perfecto para
relajarse y dejar todas las preocupaciones atrás. Cuenta la leyenda que una
joven llamada Huacay China se enamoró de un joven guerrero que murió en
combate, lloró tanto, que sus lágrimas dieron origen a la Huacachina, y dicen
que cada noche de luna llena, la mujer emerge de las aguas en forma de sirena y
llora por su amado.
Todos tomaban fotos a la laguna,
pero Alejandra quería encontrarse con la sirena, lástima que solo fuera una
leyenda, de esas que pasan de generación en generación sin pruebas de su
existencia. El paisaje era maravilloso, las palmeras recorrían la curvatura de
la Huacachina, la pequeña lancha se mecía conforme avanzaba, el viento
desordenaba su cabello y se llevaba viejos recuerdos. Bajó y caminó descalza,
la arena ardía debajo de sus pies, escribía sobre ella frases que más tarde
desaparecerían junto al céfiro.
Cachiche “Tierra de brujas”,
donde leen el futuro con hojas de coca. Esos temas místicos siempre le han
parecido interesantes, las famosas siete palmeras que crecieron en forma
horizontal o la historia de la bruja que fue perseguida y lanzó una maldición.
Dicen los lugareños que un árbol de huarango es capaz de cumplir deseos, pide y
te será concedido, Alejandra sonrió y como vela de cumpleaños lanzó sus tres
deseos luego de abrazar al árbol.
El sol despedía a los visitantes,
cada uno regresaba a su hospedaje para descansar y recobrar energías. Alejandra
tomó un baño, se puso cómoda y bajó a cenar. Pidió un pollo con espárragos en
salsa borgoña y un té helado. Revisó los mensajes en su celular, para su buena
suerte nada referente al trabajo, se había desconectado y eso era muy bueno.
Estaba muy atenta en los mensajes
de texto, hasta que el mozo le entregó un pedazo de papel con un mensaje: “No olvides caminar siempre en la orilla”, dejó
el celular y lo buscó con la mirada y se llevó una gran sorpresa cuando
cruzaron miradas, estaba hospedado en el mismo hotel y no lo sabía.
-
De todos
los hoteles, te encuentro aquí, casualidad de 1/100
-
Así
parece, no creo que me hayas seguido – sonrió la joven –
-
¿Tengo
cara de acosador?
-
Let me
see…
-
Con esa
expresión me dijiste todo – soltó una carcajada –
-
Es una broma
Mientras ella paseaba en la
laguna, él estuvo en los carros tubulares y haciendo sandboard. Cada uno se
divertía a su manera, aprovecharon al máximo lo que quedaba de la tarde y por
la noche si aún tenían energías podían visitar alguno de los bares de la ciudad
o quedarse en el hotel y pedir algo.
-
¿Cómo te
animaste a viajar sola?
- Tenía
pensado venir con unas amigas pero una tenía que trabajar y la otra tuvo una
operación y estaba en reposo; en conclusión busqué un tour, alisté maletas y me
vine.
-
No sé…
pero me da la impresión que no eres el tipo de chica que viajaría sola.
-
Uy… el
psicólogo me comenzó a analizar – sonrió –
-
No…
Alejandra, no me malinterpretes, solo que…
-
Algunas
personas se han asombrado porque no es algo que usualmente haga, pero siempre
es bueno cambiar de rutina – lo interrumpió –
La mayoría de huéspedes se fueron a sus habitaciones, solo
quedaba un grupo de turistas que brindaba en la mesa del fondo. La conversación
era entretenida y aún no quería irse a dormir, así que continuó la charla. La historia de Mateo era muy interesante, en algún momento escribiría sobre todo lo que le estaba contando, por el momento solo se limitó a escuchar.
Se sentía libre, toda la carga negativa que traía consigo
había desaparecido, el peso de sus hombros era más liviano y todo podía verlo
con más claridad, incluso aquellos ojos verdes de los cuales no se había
percatado con detenimiento, tenía las mejillas coloradas por el incesante sol y
el cabello color de la noche.
-
¿Mañana
que tour tienes? – preguntó Mateo –
-
Paracas y
luego me voy a Nazca
-
Parece que
nos volveremos a ver
-
Nos
encontramos más tarde, que descanses, se te nota exhausto
-
Voy a
bucear, pero si nos vemos te invito a almorzar
- Ya veremos como estamos de tiempo, me voy a dormir, el cansancio me pasó factura
Colocó la alarma y se quedó
profundamente dormida. Nuevamente la playa se proyectó en su sueño, pero esta
vez no estaba sumergida completamente en el mar, caminaba y el agua llegaba
casi hasta sus rodillas. Ya no se trataba de una pesadilla, la sensación del
agua la relajaba y percibía el aroma salino.
Amaneció, eran las seis de la
mañana, moría de sueño, quería quedarse arropada pero debía dejar todo listo
porque en cualquier momento llegarían a recogerla. Bajó a desayunar algo ligero
y esperó al guía.
Visitó las Islas Ballestas, la
Reserva Nacional de Paracas, La Catedral, el Mirador, la playa Diablo, playa
Roja, Lagunilla. Fue un día muy agitado, sin embargo, en cada trayecto las
piezas desordenadas en su cabeza iban adquiriendo forma, tenía las ideas más
claras. Estar en contacto con la naturaleza le permitió despejar la mente y ver
todo desde otro enfoque. Hace meses, una situación la tenía irritada, algo
desorientada y en cualquier momento podría perder lo poco de cordura que le
quedaba, sin embargo poco a poco veía con nitidez la figura, solo necesitaba
más tiempo.
Dentro de una hora saldría su bus
rumbo a Nazca, compró algo para comer durante el viaje y esperó. A las siete de
la noche todos los pasajeros estaban a bordo, prendió su cámara y comenzó a ver
todas las fotos que había tomado hasta el momento. A los pocos minutos, un
joven se sentó a su lado, no era peruano por la manera poco fluida de hablar el
español con la terramoza. Le preguntó de dónde era y respondió de Francia,
venía de vacaciones a Perú. Conocía muy bien sobre el proceso de la elaboración
de vinos porque trabajaba en la industria vinícola en Francia, incluso le
recomendó algunos nombres.
-
¿Cuánto
tiempo te quedas en Nazca?
-
Un par de
días, luego visitaré Arequipa y también iré al Cusco, conocer Machu Picchu es
uno de mis sueños.
-
¿Te quedas
bastante tiempo en Perú?
-
Algunas
semanas, luego regreso a Francia, tengo mi familia, mi enamorada, amigos; claro
que me gusta conocer la cultura de otros países, interactuar con la gente, es
muy importante para mí, pero tengo a personas que me esperan.
-
Claro
entiendo, siempre que se pueda es bueno cambiar de ambiente y como dices estos
viajes sirven para conocer a otras personas, tradiciones, infinidad de lugares.
-
Como dice
mi madre, ahora que estás joven puedes hacerlo.
Durante el viaje le comentó como
preparaban el vino francés, incluían hasta cinco o más tipos de uvas, y
obviamente el sabor y aroma era distinto. Alejandra se quedó con la curiosidad
de probar uno de esos vinos, y lo incluyó dentro de su lista en espera de
pendientes para el año. Conversaron sobre los lugares turísticos en la ciudad
de las luces y le mostró algunas fotos de los destinos que había visitado.
Llegaron a la agencia y se
despidieron, el hotel de Alejandra estaba en frente, cruzó la pista, se
registró y tomó un refrescante baño, lo estaba pidiendo a gritos. El sueño la
vencía, pero el hambre era más fuerte. Pidió cena a la habitación y prendió el
televisor. Los mensajes comenzaron a llegar en fila una vez que conectó el
internet inalámbrico, los contestó lo más rápido que pudo, terminó de cenar y
quedó profundamente dormida, solo le quedaba un día más y pensaba aprovecharlo
al máximo.
Caminaba sobre la arena, a lo
lejos veía el mar, no llegaba a tocarla, escuchaba el sonido de las olas al
romper en las peñas, y veías a las gaviotas desplazarse en grupo. Se sentía
tranquila, a diferencia del primer sueño, podía respirar sin sentir esa presión
en el pecho.
El sol la despertó por la mañana,
y a los cinco minutos sonó la alarma. Era momento de dejar todo listo. El guía
los llevó al aeropuerto para sobrevolar las líneas de Nazca, era algo por lo
que había estado esperando desde que partió de casa. Aún faltaba una hora para
su turno, así que caminó un poco, a lo lejos el francés la saludó, ella le
sonrió y alzó la mano. Continuó recorriendo las instalaciones del lugar hasta
que una voz conocida la llamó.
-
¡Alejandra,
nuevamente te cruzas en mi camino!
-
¡Hola
acosador!, pensé que ya te había perdido de vista
-
Parece que
el destino se empeña en ponerte en cada lugar al que voy
-
Coincidencias…
coincidencias
-
Marea un
poco cuando la avioneta se inclina, por favor no vayas a vomitar
-
No
exageres, no creo que sea para tanto
La avioneta era para cuatro
pasajeros, ellos dos se sentaron atrás y la pareja de esposos adelante. Todo
estaba muy bien al inicio, pero como lo dijo Mateo, Alejandra se mareó un poco.
Había visto las líneas por fotos, documentales, pero jamás en vivo y directo,
era asombroso, todo es distinto cuando se ve desde otra perspectiva, y ese era
un claro ejemplo, de cerca jamás encontraría la forma, pero de lejos si lo
podría hacer.
-
¿Te
sientes mejor? – preguntó el joven –
-
Algo, ya
se me pasará
-
¿Cuál es
tu siguiente destino?
-
Aquí
termina mi tour, puedo escoger cualquier otro en lo que queda del día
-
Mi grupo
se va a los Acueductos y luego al Taller de artesanos, tenemos espacio, ¿te
animas?
-
¡Sí!,
Let´s go…
La pasó muy bien, conoció a una
pareja de ecuatorianos y dos chicas de Canadá. Se divirtió mucho, subió cerros,
caminó por zonas empedradas, se deshidrató, pero al final fue un gran día.
Llegaron a la ciudad y fueron a comprar algunos recuerdos en el Boulevard, visitaron
la Plaza de Armas y la Catedral. Encontraron un buen restaurante y ordenaron,
tenían un almuerzo pendiente.
-
¿Hoy te
vas?
-
En una
hora sale el bus directo a la realidad – respondió Alejandra -
- Pero te
has divertido, quebraste la rutina, conociste gente, visitaste muchos lugares.
En el fondo sientes que han pasado más de tres días ¿o me equivoco?
-
Es cierto,
han sido días muy largos que jamás olvidaré
-
Yo viajo
mañana
-
Y no te
desanima un poco pensar que llegarás y encontrarás todo como lo dejaste
-
No… todo
estará como lo dejé, pero yo volveré renovado, esa es la diferencia Alejandra
-
Palabras
del psicólogo
-
Palabras
de un amigo, espero que para ti las cosas sean similares
La acompañó a la agencia, y por
el micrófono anunciaban la salida del bus, era momento de la despedida.
- Recuerda
que tienes una conversación pendiente en Lima, te recomiendo que lo llames
cuando llegues, no dejes pasar más tiempo, tu nene te espera
- Lo sé Ale,
gracias por tus consejos, nos estamos comunicando. Tú también tienes un asunto
pendiente, no dejes pasar más tiempo y sabes por qué, ya te lo expliqué.
-
Cuídate
Mateo, ha sido un gusto.
Buscó su asiento, se acomodó y
cerró los ojos, aún no quería pensar en el mañana. Mentalmente recordó todo lo
que había sucedido los últimos tres días. Sonrió hasta que el sueño la venció.
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