Todos los caminos te llevan a Roma: parte III
Él era un maestro del engaño, podía camuflar sus verdaderas intenciones. No era fácil leerlo entre líneas, pero todos tienen un patrón, solo debía encontrar el hilo de la madeja en el laberinto de sus pensamientos.
Por mucho tiempo, la efervescencia de sus emociones la llevaron a tomar
decisiones que a la larga le pasaron factura, que ella pagó con intereses. Pero
era momento de elegirse y romper con el círculo que repetía el desenlace, como
obra de teatro conocida.
Una noche, mientras Leo creía que ella dormía, Andrea escuchó una
conversación entre él y su mejor amigo. Leo olvidó que cuando las paredes son
delgadas, las palabras se filtran por las fisuras que el tiempo provocó,
dejando expuestas verdades ocultas que, por algún motivo, él quiso mantener en
silencio.
No fue la gota que derramó el vaso, porque eso es fácil de arreglar; fue
la copa de vino que se quebró y nada la regresaría a su estado original. Cada
recuerdo era un fragmento de vidrio en el piso, y el charco púrpura, sus sentimientos
que los mantuvieron intactos a lo largo del tiempo.
Pero todo tiene un desenlace, la tormenta termina y el arco iris matiza el cielo
al amanecer para recordar que todo final es un nuevo inicio. Micaela empezó otro
capítulo, sin embargo no era la misma, una parte de ella, se quedó en el pasado, donde se
sentía segura.
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