Amalgama de emociones
Cada una de ellas tenía su encanto, y su personalidad resaltaba
esos matices, lo cual lo hacía único, interesante, atractivo y adictivo para ella.
No era pintora para retratarlo en un lienzo, tampoco ilustradora para dibujar los
trazos en papel; pero si podía plasmar su esencia, escribiendo símiles y
metáforas entre las estaciones y él.
Empezó por el verano, cálido, rebosante de energía y
libertad. Así se sentía cuando estaba con él, despertaba emociones intensas que
la hacían feliz. Era espontánea, sin límites en lo que decía y hacía. La
llevaba a un punto de efervescencia cuando la temperatura se elevaba, y después
del clímax, verlo, era como disfrutar del atardecer. Para ella, la mejor parte
del día.
La primavera, pintoresca, llena de alegría y sueños. Despertaba
ilusiones adolescentes que creyó extintas. Llenaba de colores sus días con sus
ocurrencias y con esa forma tan peculiar de ser. Sonreía al ver tus fotos y
videos, saber que la hacía parte de su rutina la hacía sentir bien. No necesitaba
dormir para soñar con él; lo hacía despierta a cada instante. Pero tenía que confesar
que le gustaría encontrarlo en la madrugada y dejar que el subconsciente hable
por ella.
El otoño, resaltaba por su templanza, tranquilidad y
cambio. Aunque estaba en guerra día a día, con él se sentía en paz. Era la
caricia en el rostro cuando estaba mal, y ese abrazo que le daba las fuerzas
para continuar cuando creía que todo se iba a desmoronar. Era un periodo de
nuevos comienzos y junto a él, vivió nuevas experiencias y emociones. Conocerlo
fue el punto de quiebre en su vida, y el mejor de todos.
El invierno, acogedor, profundo y misterioso. A pesar
de tener un océano que los separaba, sentía la calidez en su trato con ella, que
reducía la distancia. Sus conversaciones no se diluían con el tiempo; al
contrario, se fortalecían. Llegó a lugares donde no dejaba entrar a nadie, derrumbó
barreras y la dejó vulnerable a emociones que se sentían a flor de piel. Le
encantaba descubrir cada detalle suyo, conocer desde lo más pequeño en su vida,
hasta lo más importante. Era una caja de sorpresas y ella, una chica muy curiosa, quería
explorar sus pensamientos, sus deseos y sus sueños.
Ese relato quedó en puntos suspensivos. Estaba segura que, con
el paso del tiempo, descubrirá más sobre él, y le emocionaba embarcarse en esa
aventura de conocerlo, porque le importaba, le interesaba saber todo de él, o
por lo menos, lo que le quisiera mostrar. Era una locura y estaba al tanto de
ello, pero le encantaba pisar el acelerador cuando estaban juntos. Dejó que el
reloj de arena avance y que las hojas del calendario caigan. Lo que vendría después,
ninguno de los dos los sabía...
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