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Hace diez años,
empezó un capítulo en su vida que dejó en puntos suspensivos. No imaginó que
lunas más tarde, la inspiración se convertiría en la tinta para continuar un
libro inconcluso. Líneas matizadas con emociones, sueños, sonrisas, miradas y
abrazos, completaban las páginas de una historia con final en el horizonte.
Se conocieron
por intermedio de una amiga. La primera vez que la vio usaba un pantalón blanco
y un polo azul. El recuerdo de aquel momento quedó tatuado en la memoria del
joven universitario; sin embargo, semanas más tarde un muro de indiferencia los
dividía. Pese a intentar ganarse su amistad, ella parecía un bloque de hielo,
ajena a las intenciones del chico. La figura se repitió en muchas ocasiones, y
la pregunta era ¿por qué?
La muchacha se
fue a estudiar lejos, sólo regresaba en periodo de vacaciones, pero una noche, la
casualidad los puso frente a frente. Un esquivo “hola” se perdió entre la
multitud y la música de una discoteca. La probabilidad de volverse a ver no era
muy alta; sin embargo, quedaba una posibilidad lejana.
Después de
aquella noche, sus vidas tomaron caminos distintos, ella al norte y él al sur.
No supieron nada el uno del otro hasta muchos años después. La amiga en común
que tenían, los volvió a contactar y desde ese día todo cambió para los dos.
Durante una
semana las conversaciones que mantuvieron fueron virtuales porque los
kilómetros nuevamente eran cómplices de la distancia. Risas nocturnas eran el
aditivo para despertar de buen humor y comenzar con optimismo el día. Se
respiraba una atmósfera acogedora y así como un perfume, cada momento vivido se
impregnaba en su memoria.
¡Llegó el
sábado!, se sentía algo nerviosa y no entendía por qué, tan solo se trataba de
una salida inocente. Se miró por última vez al espejo, se acomodó el cabello y
tomó sus llaves. Él la estaba esperando. Las horas que los separaban se redujeron
a tan solo unos segundos. Estaban nuevamente frente a frente una noche de luna
llena.
El reloj había
perdido el control, avanzaba más rápido que de costumbre, ¿por qué?, algo pasó
mientras conversaban. La química fue instantánea, los colores de un cubo mágico
se acomodaron en su lugar en tan poco tiempo, y la pieza que faltaba en su
rompecabezas encajó a la perfección.
Bailaron hasta
casi el amanecer. Al salir de la discoteca, la imponente luna destellaba en el
firmamento, y su reflejo distorsionado iluminaba el mar oscuro. Nada fue
planeado, cada paso que daban era espontáneo y dejaba huella.
Las
conversaciones se tornaban cada vez más extensas, los mensajes continuos y las
llamadas nocturnas dibujaban una sonrisa en sus labios al terminar el día. En
tan poco tiempo lograron establecer una conexión única que se fortaleció con el
transcurso de las semanas. Y cuando parecía que un reencuentro se veía lejano,
una cálida cena de noviembre puso sus caminos en paralelo.
Frases
perfumadas de ternura le robaban una sonrisa quinceañera.
“Sé
que estás perdida en la profunda pasividad del sueño… donde espero encontrarte
para robarte una sonrisa que ilumine
mi sentir y abrigarme a tu mirada para no despertar y terminar con
esta bella ilusión”…
J.
“A
lo lejos en el horizonte los colores del cielo anunciaban que el día llegaba a
su fin… la tímida luna asomaba
su silueta… sabiendo en su interior que esa noche en especial no sería quien
más brille en el firmamento… de pronto aparecieron unos bellos ojos marrones enmarcados en una hermosa mirada… la
luna resignada contempla la encantadora sonrisa de esa bella dama que a la noche iluminaba”…
J.
Las despedidas
se hacían cada vez más largas y los sueños eran el único lugar donde podían
encontrarse. En las noches de desvelo la inspiración pintaba de colores toda la
habitación, y era imposible no imaginar historias y plasmarlas en una hoja de
papel…
To be continue…
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