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Secretos bajo el agua

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Abrochó la tira de sus tacones, alzó la mirada y el espejo le devolvió una sonrisa. Sabía que su vestido azul dejaba poco a la imaginación y eso le daba seguridad para mostrarse como una mujer decidida y firme. Al caer la noche, subió a la azotea del edificio para celebrar el fin de año con sus vecinos. Se acercó a un grupo e intentó integrarse. Poco después, Guillermo, el presidente de la junta, dio unas palabras y luego saludó a los asistentes. Ana tomó una copa de vino y se la ofreció a Guillermo cuando llegó a su sitio. Él, sorprendido por la actitud inesperada, la aceptó por cortesía y alzó la copa para brindar con los vecinos. Los invitados tenían barra libre. Ana aprovechó esa oportunidad para probar la mixtura de cócteles. Disfrutar de cada uno de ellos, era como probar un beso en diferentes labios, algunos más intensos como el Negroni, y otros más sutiles como el Tinto de verano. Mientras esperaba una Margarita, sintió una mano en el hombro: era Guillermo. Se sentó a su lado y...

Todos los caminos te llevan a Roma: parte III

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Él era un maestro del engaño, podía camuflar sus verdaderas intenciones. No era fácil leerlo entre líneas, pero todos tienen un patrón, solo debía encontrar el hilo de la madeja en el laberinto de sus pensamientos.  Por mucho tiempo, la efervescencia de sus emociones la llevaron a tomar decisiones que a la larga le pasaron factura, que ella pagó con intereses. Pero era momento de elegirse y romper con el círculo que repetía el desenlace, como obra de teatro conocida. Una noche, mientras Leo creía que ella dormía, Andrea escuchó una conversación entre él y su mejor amigo. Leo olvidó que cuando las paredes son delgadas, las palabras se filtran por las fisuras que el tiempo provocó, dejando expuestas verdades ocultas que, por algún motivo, él quiso mantener en silencio. No fue la gota que derramó el vaso, porque eso es fácil de arreglar; fue la copa de vino que se quebró y nada la regresaría a su estado original. Cada recuerdo era un fragmento de vidrio en el piso, y el charco p...

Arquitrama del amor

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Escribió desenlaces alternativos, pero todos con final abierto, y ese fue su error, creer que podía empezar un nuevo capítulo y continuar su historia con una mejor trama.  Pero los años le demostraron que no debía malgastar su tiempo y su atención en un argumento repetitivo y sin emoción. De la prosa dinámica, fresca y matizada de aventura, solo quedaba retazos de párrafos sosos, cansados y sin un norte. Después de la última discusión, él dejó de ser la fuente de inspiración en sus relatos. En un inicio, hablar de ese personaje solo le generaba enojo y tristeza. Mentalmente se había cansado de cabalgar en la incertidumbre de su relación. Dejó pasar incontables momentos cargados de indiferencia y mentiras, maquillados por intermitentes muestras de interés. Se dejó manipular cual títere en una función, donde él era la única estrella. Pero toda arquitrama tiene un final cerrado, llegó a sentir por él, lo que jamás imaginó, y no me refiero al odio, decepción o impotencia; simplemente, ...

Monotonía

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Despertaba con la certeza de que ese día sería igual al anterior, la misma rutina lo acompañaba cada amanecer hasta caer el sol. Sacaba a Enzo al parque y a su regreso tomaba una ducha fría, alistaba su mochila mientras preparaba una taza de café. Se despedía de su perro y se dirigía al estacionamiento. Por algunos minutos, la música en su auto lo transportaba fuera de la realidad y le recordaba que aún estaba vivo. Estacionaba a un par de cuadras de su oficina, tomaba una bocanada de aire antes de ingresar, y se colocaba la máscara de ejecutivo comprometido con la empresa. La jornada laboral era agotadora, veía cómo se desvanecía la luz frente a sus ojos. Por el dinero no se podía quejar, el sueldo le permitía vivir bien, pero lo que realmente le apasionaba estaba guardado en una gaveta, sin batería, así como su estado de ánimo. Recordaba aquellos años, cuando viajaba sin cansancio, recorría pueblitos y los retrataba en fotografías que aún conservaba. Veía amaneceres extraordina...

El narcisista

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La mente de Jorge era un laberinto de pensamientos oscuros que él manejaba a su antojo. Y cuando Zoi creía que había encontrado respuesta a sus interrogantes, estaba de nuevo en el punto de partida. El capricho y la dependencia eran el combustible que la impulsaban a caminar por los pasillos de la mente de un hombre con una personalidad complicada. Ella interpretaba y analizaba sus acciones, esperando encontrar algún patrón, pero todo eso era un búmeran. Su ego era un globo aerostático, desde donde se jactaba de ser el amo de todo, capaz de manipular a cualquiera, sin la mínima empatía. Presumía de jamás equivocarse, y cuando alguien lo corregía, despertaba su ira, sentía que pisoteaban todo su expertise en el ámbito que fuese. Jorge era impredecible, con un sentido del humor negro, adicto al control de todo a su alrededor. Jugaba con la mente de Zoi, él tenía la llave maestra de cada rincón de sus pensamientos. Y ella lo ignoraba, o no quería reconocerlo. Se divertía con ella, era un...

¿Destino o casualidad?

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Durante el insomnio se escribe una historia que solo puede contarse bajo la complicidad de la luna y el silencio de una almohada. En una noche rodeada de recuerdos, emociones y sentimientos en ebullición. Para ella, no importaba el tiempo o la distancia. Siempre recordará aquella frase que quedó grabada en su mente: sobre l a respuesta a tu pregunta ¿algo que jamás le he contado a alguien?, la respuesta es muy sencilla... nunca te olvidé en todos estos años. El tiempo es tan relativo cuando se trata de sentimientos, muchos de ellos son volátiles como un perfume, otros, permanentes como un tatuaje. Y un pequeño grupo, son atemporales como una canción, no importa cuantos años transcurran, porque hay melodías que te emocionan con la misma intensidad a tus 20 o a tus 30. Su historia estaba inmortalizada en páginas que solo vieron la luz de la luna. Esa noche escribió el último capítulo. Una despedida que postergó, creyendo que no era necesario un punto final. Sin embargo, el tiempo l...

Todos los caminos te llevan a Roma: parte II

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Las ideas revoloteaban en su cabeza, pero no aterrizaban sobre la hoja de Word, pese a tomar la tercera copa de vino, revisar las entrevistas y leer el material de la empresa, seguía distraída, y no podía armar el discurso de la presidenta de la compañía. En otras circunstancias, le habría tomado un par de horas terminar el texto, pero esa noche tenía una cena con Leo y su mente solo imaginaba lo que podía pasar. Hace una semana la casualidad los puso frente a frente en la Feria del Libro de la ciudad, ambos eran lectores apasionados, cada uno en el género de su preferencia. Charlaron por algunos minutos y planearon salir la próxima semana. Se despidieron con un beso en la mejilla y tomaron caminos opuestos. Leo siempre fue el imán de su cuerpo, capaz de cambiar cualquier argumento que ella tuviera en mente. La conocía demasiado y tenía total libertad de pasearse en su cabeza. Micaela podía ser muy racional, pero cuando se trataba de él, solo se dejaba llevar por las emociones. Se ...