INSÍPIDA FRUTA

Los días pasan como hojas en un calendario, los mismos rostros, lugares que reconocería con los ojos cerrados. Cada día es una ensalada de insípida fruta que debo comer porque tiene vitaminas, pero no la disfruto.
El despertador es el asesino de cada sueño… sueño del que no quisiera despertar. Las manecillas del reloj son como un eco en la iglesia, el sonido se acentúa a cada segundo que avanza y la rutina me recuerda que mi ensalada de frutas está servida. Miro a mi alrededor las cuatro paredes de mi habitación que parece aun no despertaran, un silencio sepulcral invade cada rincón, solo el sonido del chorro de agua al caer por mi rostro y el frío que invade mi cuerpo convierten en realidad este día, el sueño ha terminado.
¿Será el humo de la ciudad lo que me asfixia o la bufanda de la rutina que me recuerda que estoy viva?. Camino con rumbo fijo pero destino incierto, corro en la arena y bastan algunos minutos para sentir que me falta el aire, las energías disminuyen, caigo de rodillas porque la presión en el pecho es cada vez más fuerte y aunque quisiera gritar mi voz es amiga del silencio.
No siento el chocolate de la vida derretirse en mi boca, ni la frescura del viento rozar mi piel, el atardecer es un eclipse y el arcoíris un degradé de negro y blanco, todo es insípido e incoloro.
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