EL RETO
Salimos en el bus con toda la gente del curso de Cultura ambiental… llegamos a la Laguna de Conache y el guía nos hizo una breve reseña sobre la mencionada laguna, luego nos dirigimos al bosque de algarrobos, tuvimos que subir por un camino lleno de árboles, ramas cubiertas de telarañas que hacían más dificultosa la subida. Descansamos unos minutos y nos tomamos algunas fotos con el padre árbol algarrobo, un gran árbol cuyas raíces llegan a los 60 u 80 metros… ¡realmente impresionante!... Tenía provisiones… una galleta y un “frugos” que estaban a medio terminar y como creí que el paseito acabaría ahí, terminé las provisiones.
Bajamos por un camino en parte desértico y en parte cubierto de plantas semisecas y algunas flores… a lo lejos se veían los cultivos y las casas. Llegamos a unas dunas y teníamos que subir, parecía fácil pero cada vez al intentar subir, sólo conseguía regresar al mismo sitio, parecía que corría en el mismo lugar, tenía que sacar fuerzas de donde sea e intentar acelerar la velocidad y lo logré… ¡si que fue tedioso pero no imposible!.
Una montaña nos esperaba a lo lejos… definitivamente el camino era en contrapicado, algo similiar como “Oyantaytambo” pero por lo menos había de donde sostenerse, pero aquí no… muchas de las piedras estaban movidas y hacían el camino más peligroso. Subimos ya casi sin fuerza, el agua era necesaria, pero nadie pensó que el paseo que parecía simple se convertiría en una mañana de alpinismo. Llegamos al tope de esa montaña y muchos caímos… tomamos un descanso, pero un grupo se aventuró a escalar la montaña más alta, la más lejana. Me gustan los retos y me uní al grupo… veía hacía abajo y parecía que el camino que habíamos recorrido no era extenso, pero la vista era engañosa… Seguí a paso seguro, ni lento ni rápido ya que necesitaría energía para subir a la “empinada montaña”… está vez debía tener más cuidado y caminar en la parte central porque a la mano derecha e izquierda estaba el abismo… trataba de aferrarme a las rocas grandes que eran las más estables e intentar caminar por el suelo firme… en la cima veía a algunos amigos que habían llegado antes… nos alentaban a continuar pero por un momento necesité desesperadamente líquido… estaba deshidratada… pero no podía retroceder ya que todo el camino que había recorrido no sería en vano… tomé un poco de aire.. Oxigené mi cerebro y continué… ya faltaba poco… pronto estaría en el tope de esa montaña… sería el “auto logro”… lograría lo que me había propuesto… llegar a la cima… estar en la cima. Cinco minutos más… en mi mente repetía ¡tú puedes!... no te darás por vencida faltando tan poco, el cuerpo si resiste, continúa. ¡Llegué!, por fin llegué, estaba arriba, el viento soplaba más fuerte y mi piel era indiferente al frío… todo se veía insignificante abajo… tan pequeño… tan vulnerable… y yo cerrando los ojos… sintiendo la satisfacción de llegar a la meta.
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