Páginas de un diario

Después de diez años, bajo la luz tenue de su lámpara y una copa de
vino, Karla revisa sin prisa las páginas. Recuerda que, a lo largo de todo este
tiempo, muchas personas tuvieron una estadía muy breve en su vida, pero el caso
de Aldo fue peculiar, ella plasmó toda su historia en cada hoja, algunas
coloridas y otras sombrías.
Había olvidado cómo se sintió la primera vez que salió con él, y no pudo
describir mejor aquella noche de agosto, desde el momento que la esperó
fuera de casa, hasta que regresó de una velada inolvidable con la luna llena de
testigo: (…) siento como si ya lo conociera, su compañía me resulta
familiar, no me parece un extraño, sino un viejo amigo con quien me reencuentro.
¿Estuvo ilusionada?, en cada página relató lo increíble que era y lo
feliz que estaba de haberlo conocido: (…) él no deja de sorprenderme con sus
detalles, su manera de ser, atento, dulce, apasionado, sincero, respetuoso,
logra que me enamore cada día más. Es único, no puedo imaginar que existiera
alguien como él, con su ternura, sus atenciones, su preocupación por mí, su
transparencia, su entrega. Los meses transcurrían y sus sentimientos cada
vez eran más fuertes, empezó un nuevo año y esperaba que así fuera por siempre.
Entre las hojas encontró los boletos de avión de aquel viaje a la playa,
y su rostro se iluminó más cuando vio algunas fotografías de los días donde fue
feliz. No imaginó que se pudiera amar tanto a alguien. Aldo se convirtió en una
persona muy importante en su vida. Karla adoraba verlo sonreír y no podía
imaginar un futuro sin él, por primera vez en su vida tuvo miedo de algún día
perderlo.
Al inicio de la relación la distancia fue una variable que lograron manejar,
ambos viajaban para verse y se mantenían en contacto el mayor tiempo posible. Pero
la realidad no es igual que en las películas, nos venden un final de fantasía
donde el amor lo vence todo. La realidad es dura, en algunos casos hiriente, no
le importa si rompe las burbujas de sueños que tienes alrededor o si un
ventarrón de verdad tira al piso los naipes de ilusiones, porque ella es así:
cruda y sin filtro.
En los últimos meses las conversaciones por las noches eran cada vez más
espaciadas, casi no sabía de Aldo, sentía que poco a poco la excluía de su
vida, ella con su inexperiencia en las relaciones no sabía cómo manejar esa
situación. En un inicio pensó que se trataba de un periodo de distanciamiento
por el excesivo trabajo y las clases en la universidad.
Aquella tarde frente a la puesta de sol, en la playa que fue testigo de
momentos felices, Aldo colocó un punto final en un cuaderno que aún tenía páginas
en blanco reservadas para él. Karla había olvidado lo afiladas de sus palabras,
pero con cada línea leída revivió el momento: (…) estuve mal estos días,
todo se terminó entre nosotros, supuestamente por su trabajo, no tenía tiempo
para mí, no sé qué tan cierto sea todo esto, y tampoco quiero ahondar en el
tema, porque me sentiría más perdida buscando explicaciones que ya no vienen al
caso.
Los meses siguientes fueron complicados, no era fácil pasar por los
lugares llenos de recuerdos desvanecidos. En el trabajo estaba en piloto
automático, se preguntaba cómo estaría él, probablemente ni se acordaría de
ella, hasta llegó a pensar que nunca estuvo tan enamorado y que solo fue un
paréntesis en su vida después que él terminara una relación de 8 años.
Pasó un año, tiempo en el que continuó con su vida, conoció a alguien en
el camino que solo llenó un par de capítulos. Por más que lo intentó, no se
volvió a enamorar. Se sentía como un rompecabezas incompleto, las piezas que Aldo
se llevó jamás las devolvería.
Luego de un par de años, se encontraron de casualidad en el centro
comercial. Al verlo sintió un nudo en el estómago, su enojo frenó en seco
mientras sus palabras se atropellaron, y después de una conversación diplomática
quedaron para cenar. Al despedirse percibió ese perfume de Hugo Boss y por
primera vez en mucho tiempo se sintió florecer en invierno.
Después de comer, caminaron por la playa, se contaron sobre lo que había
sucedido en sus vidas desde la última vez que se vieron. Ella no recordaba
aquella conversación, pero las páginas de su diario le refrescaron la mente: (…)
me preguntó si existía la posibilidad de escribir más capítulos de nuestra
historia y yo le respondí que el libro se había cerrado, entonces me dijo que
ya no me diría nada. Le recordé que él terminó conmigo y me confesó que
esperaba que hubiera alguna esperanza para los dos, pero con mi respuesta ya
todo estaba claro.
Los recuerdos pueden traicionar y hacernos creer que aún hay algún
sentimiento de por medio, pero solo son momentos fugaces de felicidad, que con
el tiempo se van a volatilizar. Karla estaba segura que algún día lo volvería a
ver en otro escenario, pero él ya no encontraría a la misma chica que ahora se veía
en el espejo.
La carrera de Karla estaba despegando y al año siguiente recibió una muy
buena propuesta laboral, tomó un vuelo y comenzó un nuevo capítulo. Su vida
profesional, académica y social dio un giro, todo era nuevo e interesante y
ocupaba mucho espacio en su cabeza, y eso era bueno, de esta forma evitaba
pensar y recordar el pasado.
No lo había visto hace un buen tiempo, en esta ocasión no lo bloqueó de
las redes sociales y de vez en cuando las actualizaciones le mostraban sus actividades.
Con el transcurso de los meses el encantó se desvaneció, y el amor que algún
día sintió se diluyó como una gota de perfume en el océano.
Karla miró el reloj, eran casi las nueve de la noche, eligió el vestido
azul de su armario, se hizo una cola y pintó sus labios color rosa. Se asomó
por la ventana y lo vio, ambos se sonrieron. Dejó el diario abierto sobre su velador
y salió del cuarto. En su ausencia, una ventisca volteó las hojas hasta dejar una
página en blanco.
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