NOCHE DE DISFRACES

En vísperas a Halloween ¿qué disfraz podría usar?, caminó por algunas
tiendas, ninguno le llamó la atención. Policía, azafata, caperucita, angelita,
diablita, lindos para una noche de travesuras, pero no era algo que usaría en
esa oportunidad.
Llegó a la última galería del centro comercial, era tarde y estaba por
cerrar, mapeó el lugar y encontró dos accesorios que le llamaron la atención:
un antifaz y unos guantes largos oscuros, perfectos para su vestido negro.
Estuvo dando algunas vueltas, hasta que encontró un lugar para estacionar
su auto, guardó la invitación en la cartera, se retocó el maquillaje, se puso
el antifaz y el espejo le devolvió la sonrisa. El único accesorio blanco de su
disfraz, era el pañuelo que secaría las lágrimas de la desconsolada viuda.
Se sentó en la barra y pidió un Cosmopolitan, miró a su alrededor los
grupos que se habían formado, pudo reconocer a algunos amigos que no llevaban
antifaz, solo un maquillaje curioso.
El club estaba repleto, la comida y la música eran buenas, la decoración
creativa, definitivamente como organizadora de eventos debía ganar un premio.
Pero esa noche, ella estaba de incógnita, era una invitada más y decidió
disfrutar.
Recorrió los ambientes del local, el casino, el restaurante, la piscina, todo
marchaba a la perfección, incluso escuchó comentarios positivos sobre la
fiesta. Caminó hasta llegar a la playa, la música se perdía con el sonido de
las olas, el aroma salino se mezclaba con su Chanel y el frío acariciaba su
piel.
A lo lejos divisó a una pareja discutiendo, inmediatamente los reconoció,
eran invitados de la fiesta, la mujer tomó un taxi y se retiró del lugar,
mientras el joven vestido de marino se quedó inmóvil mirando el horizonte
oscuro. El oleaje estaba muy fuerte y nadie en su sano juicio se bañaría, sin
embargo, conforme ella se acercaba, el chico caminaba en dirección al mar.
Aceleró el paso luego de imaginar lo peor, llegó hasta donde estaba y
gritó: ¡Sal de ahí!, el joven volteó asustado y la miró.
-
¡Qué
demonios haces! –exclamó-
-
Miro
el mar, ¿y qué con eso?, ¿está prohibido? – respondió mientras prendía un
cigarro-
-
Un
tipo ahogado cerca de mi evento, no le daría buena imagen –dijo en forma
sarcástica-
-
Ya
decía, tanta preocupación de una extraña no podía ser cierta.
-
Ten
cuidado, no quiero ver tu foto más tarde en la prensa
Ambos se quedaron en silencio por algunos segundos, el ambiente se tornó
incómodo para los dos extraños. Alejandra se puso los zapatos que se quitó al
momento de correr y dio media vuelta. Sebastián la tomó del brazo y se
disculpó.
-
Lamento
tu pérdida – dijo el joven mientras la miraba de pies a cabeza –
-
¿Es
burla o me parece? ¿Quieres discutir de nuevo?
-
Quiero
saber quién está detrás del antifaz
- En menos
de lo que crees estarás tan loca por mí, que me pedirás que empiece con el
antifaz y termine con el disfraz.
La arrogancia y seguridad de Sebastián la incomodaban, pero a la vez le
parecía un desafío desinflar su ego. El reloj avanzaba y el cielo estaba cada
vez más claro, la gente se retiraba, muchos jóvenes con los zapatos en la mano,
otros abrazados para evitar caerse, el club estaba disponible para un par de
horas más. Alejandra y Sebastián conversaban bajo la luz de un farol, después
de todo, no fue una noche aburrida.
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