CÁLIDO INVIERNO

Un
mensaje de texto interrumpió sus pensamientos, ya estaba por llegar, el tráfico
lo había retrasado, pero dentro de poco lo tendría frente a frente.
El invierno pintaba el cielo de
gris y las gotas de lluvia resbalaban sobre el vidrio. Algunas parejas caminaban
por aquel viejo boulevard, el frío abrazaba con fuerza y lo más próximo a un
abrigo era la cafetería de la esquina.
Sus miradas se encontraron, el
tiempo se congeló y el asombro por parte de los dos fue evidente. Esa historia literalmente
quedó enterrada en el pasado, sin embargo, el destino los puso nuevamente en el
mismo camino.
Conversaron como si aquel
incidente que marcó sus vidas no hubiera existido y poco a poco el hielo se fue
quebrando. Ya no eran dos desconocidos con recuerdos en común, sino dos
conocidos con una historia inconclusa.
La charla se tornaba cada vez más
interesante y la invitación de una cena no se hizo de esperar. Llegaron al
departamento y ella dejó su maleta en la sala, pensaba en quedarse a comer porque
solo estaba de paso en la ciudad.
Había olvidado lo bueno que era
en la cocina y sobre todo lo bien que la pasaban juntos. Era un chico muy
divertido, tierno y tímido, combinación letal que la enamoró. No había cambiado
en todos estos años. Era casi media noche, no había
carruaje, caballo o zapatito de cristal, pero el príncipe estaba ahí pidiéndole
sin hablar que se quede, la luz tenue del poste iluminaba su rostro, resaltando
el brillo de sus ojos. Miraba las manecillas del reloj de pared, y sabía que no
podía quedarse aunque una fuerza interna la impulsara a hacerlo.
El taxi la esperaba y los
recuerdos de aquella noche cambiaron el rumbo de sus pensamientos. Jamás se ha
arrepentido de las decisiones que tomó en su vida y no tenía por qué voltear
páginas. No era la misma de hace cinco años, había cambiado desde que
él la dejó partir aquella noche de mayo. Se dieron un fuerte abrazo antes de
subir al auto.
Alzó la mano para despedirse, el auto avanzó hasta la esquina donde se detuvo con el semáforo en verde, ella bajó y el carro partió. El joven sonrió y le dio el alcance, la lluvia no cesaba, por el contrario los había empapado en tan solo unos segundos. Ella lo deseaba y él también. Lo jaló de la chalina hasta tenerlo a tan solo unos centímetros de distancia...
Comentarios