Introspección

Sus pensamientos eran un manojo enredado de luces de navidad, con algunos foquitos quemados. La paciencia no era su mayor virtud, y por más que intentaba entender y ordenar todo lo que tenía en su cabeza, terminaba bebiendo un coctel de emociones que no solucionaban nada. Mezclar cólera, tristeza, confusión y miedo le dejaban resaca emotiva. Era difícil para Mayra expresar lo que sentía. La mayor parte del tiempo, por no decir siempre, guardaba sus palabras en el cajón de los recuerdos. A lo largo de los años, se acostumbró a poner filtro a lo que decía para evitar manifestar vulnerabilidad. Se mostró como la mujer fuerte que podía solucionar todo lo que se le cruzara en frente, pero llegó un punto en el que su cuerpo le pasó factura. Los constantes dolores de cabeza, la gastritis y la fibromialgia la saludaban por la ventana. Tenía dos opciones, la primera era dejarlos entrar por la puerta grande, o la segunda, buscar ayuda profesional. En el fondo Mayra sabía que no estaba ...