LEJOS DE CASA

En mi habitación miro las cuatro paredes, bloques de cemento coloridos donde siento la frialdad de un hogar. Todo es silencio al llegar, si hago alguna pregunta, soy yo quien responde, si lloro a cántaros, soy yo quien me consuelo, si tuve un día excelente, soy yo quien me felicito, si cometí errores, soy yo quien me corrijo. Cuanto anhelo llegar a casa y escuchar la voz cálida de mi mamá diciéndome que el almuerzo está servido, o la voz entusiasta de mi papá preguntándome cómo me fue en la universidad, extraño tanto las peleas con mi hermano por usar el Internet y por supuesto los ladridos de mi perro cuando intento tomar la siesta por la tarde. Durante todo el día puedo ocupar mi cabeza en los trabajos universitarios, las bromas diarias de mis amigos y los problemas cotidianos. Pero llega la noche, llego a mi realidad, una fría realidad. Me siento tan sola rodeada de mucha gente, un vacío tan grande en el corazón me produce un nudo en la garganta… cuento hasta diez y respiro profunda...